19/3/08

...Yo tenía un Sensei...

Informe y texto: Karina Donangelo

“Mientras uno avanza por la realidad, los temores y las dificultades son los obvios. Las cosas se complican cuando se empieza a pasar de la llamada realidad a la transrealidad. Cuando lo invisible, como una niebla envuelve y confunde lo visible. Cuando hay que aferrarse a símbolos y ambiguas señales para poder continuar. Es entonces cuando nos sentimos como niños perdidos en la casona a oscuras. Y este es el verdadero hábitat del hombre, que el hombre pretende ignorar”.

(De un sujeto que sabía lo que decía…)



Yo tenía un Sensei…

Yo tenía un Sensei, como el de las tribus del hielo, como el de los borschiguin. Él me enseñó a medir la distancia que nos separa de lo extraño. Me enseñó a fabricar un mundo al borde de este mundo. Junto al otro sol que no encuentra expresión en los términos del presente.


Atrás quedaron las Torres del Silencio y el Buda dormido. Hoy, en cambio asistimos a la época de las torres de metal. El Kaliyuga. Las fuerzas centrífugas se han desatado y nos sumen, cada vez más en el espiral del caos último y primordial.


Son tiempos telúricos. En los que “se enfriaría el amor de la mayor parte”.


Cuando se abre un jirón en el tiempo penetran por él toda clase de cosas. Las flores amarillas; un Tulku o Lama santo; el príncipe flecha y sus caballos de combate del valle de Ferganá. Urzomarzo; el cuervo How How y Lupo, el lobo gris.


Alíi, donde más intenso se hace el recuerdo, en lo profundo del bosque, nos damos cita los emboscados.
Navegando por brumosos lagos, en la barca de Caronte. Emprendiendo ese viaje hacia las profundidades de nosotros mismos.

En las encrucijadas perdidas; en los recodos del tiempo; en los infinitos desencuentros por los mismos caminos, las mismas calles, los mismos cafés.


¿La Hora? No hay horas ni tiempo para lo que está desde siempre.


El destino se niega a provocar el encuentro. Pero no sabe que pertenecemos al Círculo rojo, donde irremediablemente se encuentran los semejantes dispersos. Tan lejos y tan cerca. En algún espacio de tiempo, llegará el momento. El lugar de cita. Será allí, en el Yenisei, bajo el eterno cielo azul, el Koko tengri, en las estepas sin fin, más allá del Borkan Kaldún. En la Quebrada de las Águilas.


Llegará ese instante, en algún lugar y en ninguno. Porque como todos sabemos, desde allá lejos, dentro de poco y hace tiempo, el sol volverá y será de piedra. Aquí o en otra dimensión cósmica.

Y los osos de Alaska saldrán de sus cuevas. Y los panales se llenarán de miel. Es que el bosque todavía duerme. Pero llegará el día en que dos almas se encuentren en Godenholm…


… Porque así está escrito…





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