26/5/12

Informe y texto: Karina Donangelo
2012: Al borde del abismo
El olor a pólvora lo inundaba todo. Nublaba su mirada temerosa y huidiza. Le irritaba los ojos, aunque no tanto como los horrores de la guerra que había presenciado y vivido en carne propia. Felipe no es un héroe de la guerra, no recibió medallas ni condecoraciones, a pesar de haber salvado la vida de uno de sus compañeros, al advertir una mina antipersonal que le aguardaba acechante a metros de sus botas, entre los pasos cansados de regreso al campamento.
Pasaron 67 años de aquella pesadilla. Pero, ¿pasaron? ¿Cómo se puede calcular una porción en el tiempo cuando el destino nos enfrenta a situaciones extremas, similares en tantos aspectos y distintas a la vez? Realidades distintas que se vuelven comunes en el lenguaje universal y se resumen en una sola palabra: Desesperación.
Alguien dijo alguna vez que la Historia se escribe con el caos de los muertos y los vivos.
Felipe ya no escucha el estruendo de los cañones, ni las explosiones de dinamita, tan comunes allá por 1945 en la Segunda Guerra Mundial, de la cual fue un anónimo partícipe.
Sin embargo, todos los días en los noticieros impactan de manera mucho más brutal y explosivas, noticias que dan cuenta de realidades siniestras, de personas al borde del abismo. Ese mismo abismo, tan ancho, tan hondo y tan oscuro como al que se enfrenta hoy Felipe, un habitante europeo de 87 años, cuya historia es similar a la de muchos miles de personas, ahogadas por la crisis.
Y digo personas, porque hoy se habla más de la “Gente”, ese sustantivo tan vago, anónimo y despojado del menor atisbo de humanidad; tan lejos de la palabra “persona”, es decir un ser humano con alma, con sentimientos, amor propio y dignidad.
Felipe, que como muchos otros ha sobrevivido a varias batallas, hoy se encuentran nuevamente ante la encrucijada de la Vida o la Muerte.
“-¿Vida o Muerte dice usted?-“¿Cuánto puede entender un Banco sobre la significación de estas dos palabras y el universo de emociones que cada una de éstas conlleva?
¿Cuánto puede entender un tecnócrata que ocupa un sillón en la Cumbre del G-20,que se aloja en un hotel cinco estrellas y percibe una remuneración de unos cuantos miles de dólares o euros? ¿Qué lenguaje de la pobreza, la miseria, el hambreoy la desesperación pueden comprender los que solo debaten de divisas, regiones “viables o inviables” o Eurozona? Acuerdos parlamentarios; cumbres y ministros; ajustes; shocks, fideicomisos; quiebras e hipotecas, préstamos y deudas; recetas monetarias; calificaciones de riesgo… éste es el lenguaje que pronuncian y entienden estos Hombres grises, una fauna híbrida de técnicos y autómatas, adoctrinados para hacer que los números cierren y se salven los Bancos, a toda costa y a cualquier precio. Incluso a costa de la Vida de millones de personas.
Familias que deben abandonar a sus hijos en orfanatos; ancianos que deambulan por las calles y revuelven los tachos de basura, miles de jóvenes sin oportunidad a nada. Enfermos desahuciados que recorren un hospital tras otro, intentando conseguir sin éxito, medicación para atender distintos males, incluso para poder mitigar en parte los dolores lacerantes de enfermedades tan crueles como el cáncer.
Masas de humanidad sobrante, que se vuelven para estos seudo-políticos y economistas “iluminados” en una carga demasiado molesta, demasiado costosa, innecesaria e “inviable” para los fines e intereses que persigue una minoría de privilegiados, que detenta el poder supra-político y mueve los hilos de la realidad.
No hablamos ya de Naciones, soberanías y Estados. Estamos hablando de “Geografías del hambre”; geografías en movimiento. Estamos hablando de restos de escombros de democracias-mosaico, en un planisferio convulsionado y en permanente movimiento. Geografías desmembradas; países de los que son y de los que ya no son, o nunca serán.
“-Globalización, dice usted, mi estimado Marshall McLuhan?- ¡Pero si esa es la mejor y mayor mentira que se ha fabricado en la Historia de la Humanidad! ¿Así que estamos todos conectados? ¿A dónde? ¿A qué? ¿A quién? Por lo visto, solo a un espiral descendente de locura y desesperación, a un mundo de incertidumbre, en el que la mayoría olvida el pasado y no entrevé ningún futuro…
Nadie sabe bien de dónde viene; muchos lo han olvidado o no les interesa. Ya nadie sabe dónde está, ni cuál es el verdadero sentido de lo que hace. Ya nadie se cuestiona por qué o para qué ocupa su tiempo, si realmente es esto lo que nos satisface, lo que esperábamos, lo que soñamos alguna vez. Nos resignamos a lo que se nos impone sin siquiera cuestionarlo. Vivimos sometidos a una extraña dictadura disfrazada con nombres pomposos, pero vacíos de contenido  y muy alejados de la realidad.
Nadie sabe a dónde iremos. Lo único que sabemos es que el futuro inmediato se avizora bastante aterrador.
Ser funcional, productivo, pro-activo, ésa es la finalidad del “buen empleado”, sin derecho a nada pero con miles de objetivos por cumplir, tal como lo señala, la autora francesa, Vivian Forrester en su libro “Una extraña dictadura”. Un empleado, es decir un ente, un número sólo apto para pensar con piloto automático, lo que le es impuesto, persiguiendo con fe ciega, dogmática y con una pasión disfrazada  los “valores” de la Compañía a la que pertenece. Un ser absolutamente prescindible y descartable.
“¡Qué importa si lo que hoy se conoce como “economía de mercado” ya no corresponde a su función!” señala Forrester. “¡Qué importa el totalitarismo de una ideología única que, disimulada detrás de la “globalización”, no deja lugar para un contrapoder!”.  Es verdad  que vivimos en una democracia, maltratada pero presente. Sin embargo, con la atmósfera enturbiada y maloliente, “sin destruir las estructuras y las libertades democráticas se ha instaurado una dictadura extraña que esas libertades no pueden perturbar. Hasta tal punto se ha afianzado su poder, su dominio de todos los factores necesarios para el ejercicio de su soberanía, su prescindencia de los seres humanos, su separación de la sociedad. Esta dictadura sin dictador ha impuesto una ideología de la ganancia sin otro objetivo que la omnipresencia del poder financiero ilimitado, que no aspira a tomar el poder, sino a dominar a quienes lo ejercen”, concluye la autora.
¡Mundo demoniaco el que hemos creado! Un mundo similar a una botella, cuyo cuello se nos angosta cada día más.
Se repiten las noticias de suicidios de personas desesperadas, que lo han perdido todo, sus casas, sus pertenencias, sus familias, su orgullo y su dignidad. Personas que prefieren claudicar ante la muerte, más bien que ante un Sistema siniestro que los arrastra al borde de este mundo, en las márgenes del Infierno.
Se suicidan personas con hambre. Seres humanos que pasan días y días sin tener qué comer, mientras miran a los ojos a sus hijos o a sus padres ancianos y no tienen ni un trozo de pan seco para ofrecerles, ni una esperanza que los consuele o los sostenga en medio de la adversidad.
Hoy son ellos; mañana podemos ser nosotros. Ayer fue Felipe, un matrimonio de jubilados, una madre que abandonó a su hijita, un cantante griego que se arrojó al vacío de la mano de su madre anciana con Alzheimer. Sin embargo, nosotros no estamos lejos de ellos.
Entonces ¿qué vamos a hacer? ¿Esperaremos también que se nos hunda la piel en las costillas para reaccionar? ¿Dejaremos que arrastren nuestra dignidad por el fango de las especulaciones financieras y las cavilaciones del riego país? ¿O dejaremos que otros arriesguen nuestro destino en esta lotería siniestra y universal?
¿Es que tan insensibles nos hemos vuelto para no ser capaces de conmovernos por las atrocidades que pasan?
Cada vez son más las personas que escucho que se niegan a ver los noticieros y hasta se fastidian cuando uno les relata un hecho de la realidad.
Hasta hace pocos años, se hablaba de un mundo Bipolar. Estaban los unos y los otros. Con la fantochada de la Globalización esta idea se licuó, sin embargo, todavía algunos eruditos hablaban del Tercer Mundo y el Primer Mundo, o los países en vías de desarrollo. Hoy se habla de países emergentes…. Pero más allá de las denominaciones erradas, y ominosas, aquel Tercer Mundo, hoy está más enterrado que antes, y los países pertenecientes a esa nebulosa de ensueño que alguna vez supo llamarse Primer Mundo, están cayendo de manera estrepitosa uno tras otro, como fichas de dominó.
Mientras todo esto ocurre, hay quienes se niegan a ver la realidad, y prefieren continuar viviendo en una burbuja hipnótica, bastante acomodada todavía, entreteniéndose con programas de televisión mediocres, que no los obliga a esforzarse mucho en pensar más de la cuenta, Viven encerrados en un mundo de animación que apenas les requiere la utilización más primitiva de sus cinco sentidos, pero que les atrofia la mente cada día más. Total, ¿para qué mortificarse por cosas que no les afecta? Al fin y al cabo, todos los días se muere gente en el mundo ¿no?
Así es como van creciendo las callosidades en el alma de la humanidad. Así es como desaparece la compasión y la solidaridad. ¿Es posible que nos resignemos a estos juegos imbéciles de un sistema depredador,  a sus crímenes diarios que hoy forman parte del paisaje y se observan con impavidez? ¿Qué solo sobreviva una codicia histérica, capaz de arrastrar con todo bajo la égida de unos pocos?
Sostiene Zigmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco, en su libro  Modernidad Líquida, que la era de la modernidad sólida ha llegado a su fin. ¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo. En cambio los líquidos se transforman constantemente. Por eso, este autor ha acuñado esta metáfora de la “liquidez” para tratar de comprender la naturaleza de la fase histórica actual en la que vivimos inmersos.
Según Bauman, “las precarias condiciones sociales y económicas entrenan a hombres y a mujeres para percibir el mundo como un recipiente lleno de objetos desechables, objetos para usar y tirar; el mundo en su conjunto, incluido los seres humanos. En un mundo en el que el futuro es, en el mejor de los casos, oscuro y borroso, y muy probablemente peligroso y lleno de riesgos, fijarse objetivos remotos, sacrificar el interés individual en pos de acrecentar el poder grupal y sacrificar el presente en nombre de la dicha futura, no resulta una propuesta atractiva ni sensata. Los “trotamundos” hábiles harán lo imposible para imitar a los felices “globales” que viajan livianos; y no derramaran demasiadas lágrimas al deshacerse de todo aquello que obstaculiza sus movimientos.
Rara vez se detendrán lo suficiente como para darse cuenta de que los vínculos humanos no son como las partes de un motor: no suelen venir prefabricados, tienden a desintegrarse con rapidez si se los mantiene herméticamente cerrados y no son fácilmente reemplazables cuando ya no sirven. Los compromisos del tipo “hasta que la muerte nos separe” se convierten en contratos “mientras estemos satisfechos”, contratos temporarios y transitorios por definición, por decisión y por el costo pragmático de su impacto –y, por lo tanto, propensos a ser rotos unilateralmente y evitar el precio de intentar salvarlos, toda vez que una de las partes huele una oportunidad más ventajosa fuera de esa sociedad-. En otras palabras, los vínculos y las asociaciones tienden a ser visualizados y tratados como objetos a ser consumidos, no producidos”.
Rostros tensos. Mandíbulas apretadas y el entrecejo fruncido. Manos curtidas, sangre caliente, pliegues en la cara. Suspiros que parecen interminables. Miradas extraviadas, cabezas inclinadas. Opresión en el pecho y un grito contenido. Valijas a medio hacer. Esperanzas marchitas. La resignación a cuesta. El sacrificio eterno y un laberinto que no parece tener salida. El hambre, el miedo y la desolación. La pérdida de la fe y el salvataje a cualquier precio. Las lágrimas y el insomnio. El déficit financiero, la Troika y los indignados. La humillación y la miseria. Las indecisiones. Las marchas y contramarchas. El capricho de los mercados y el desplome de los bancos. Un pasado aterrador que acecha en las sombras y avanza sigilosamente en la conciencia de unos cuantos, ocupando escaños en el Parlamento. Todo esto resume la realidad del mundo actual. Un coctel verdaderamente explosivo….
Hoy, la amenaza no está dada por un poder imperial “externo”, o por potenciales “dueños” extranjeros que pugnan por el poder. Por lo menos, no únicamente; más bien la amenaza está adentro de las fronteras de un país.
En relación con este tema, el escritor e historiador inglés, Eric Hobsbawn, un estudioso del capitalismo y de los fenómenos nacionalistas comentó: “Una quinta parte de la superficie terrestre del mundo seguirá siendo una zona de crisis en el futuro cercano. Aun así, la principal amenaza en los próximos años no provendrá del exterior, sino del interior. Las guerras más factibles se librarán entre grupos armados dentro de una región – que tal vez ni siquiera sean guerras civiles formales-, con o sin participación de potencias externas. El peligro consiste en la desintegración de instituciones, Estados y las tramas de la sociedad. En otras palabras, la amenaza no está encarnada por algún conquistador externo o la tiranía, sino por la anarquía interna”.
Y es que el presente desequilibrio está generando en el escenario mundial una paulatina ruptura parametral. Al tiempo que renacen en el devenir de los tiempos, viejas figuras bajo nuevas formas, tal como lo expresó el politólogo brasileño Helio Jaguaribe, al decir: “Como ocurrió en la terrible Roma del siglo III y principios del IV d.C, cuando los valores clásicos se erosionaron, donde se formó una sociedad brutal de minorías privilegiadas, explotadoras de masas destituidas de todo, hasta alcanzar la barbarización interna y la incapacidad de resistir al bárbaro externo. Hoy los bárbaros internos están en rapidísima expansión y los externos abundan en el mundo”.
Amenazas y desafíos. Así están planteadas las cosas. De lo que no cabe duda es que estas realidades, que parecían increíbles o demasiado lejos para que nos alcanzaran, hoy en día se ubican cada vez más cerca de nosotros. Y ninguno de nosotros estamos libres de que nos alcance.
Dentro del profundo pesar y la enorme indignación que siento al conocer las noticias acerca de cómo impacta en miles de seres humanos la crisis mundial, reflexiono, acerca de algunos conceptos que repito en esta nota, pero que postulé hace exactamente 10 años atrás, en el semanario para el cual trabajaba. Y me pregunto cómo es que en una década ningún Gobierno haya podido prever esta situación. ¿O es que todos en conjunto propugnaron soterradamente y en las sombras para que esta realidad atroz finalmente fuera dada a luz?
Me indigna también ver la indiferencia de muchos otros, que se jactan de sus títulos universitarios, sus licenciaturas, Masters o Postgrados y de sus altos cargos empresariales. Para quienes importa más cambiar el modelo de auto, comprar unos cuántos metros cuadrados en una zona residencial y distraerse con una PlayStation para despejar la mente, completamente hueca, pues su corazón es de acero y está blindado.
Repito, hoy son ellos; mañana podemos ser nosotros. Todo esto me recuerda a aquel famoso poema escrito por Martin Niemöller; erróneamente atribuido al poeta y dramaturgo alemán, Bertolt Brecht.
Lo transcribo textualmente, porque no tiene desperdicio. Ojalá esta humilde nota de opinión, sirva para que entre todos podamos reflexionar, y más que eso, empezar a actuar.

“Primero vinieron por los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada.”