3/3/08

Cafés Porteños - Parte 3

Los cafés de la Avenida que nunca duerme

Por Corrientes, desde la avenida Callao y hasta la calle San Martín abundaron los cafés con sabor a tango, a política y disquisiciones psicologistas, a conquistas y engaños, y a todo tipo de movidas artísticas. La bohemia porteña se dio cita a lo largo y a lo ancho de esta avenida, pletórica de ilusiones y anhelos.

No podemos dejar de mencionar los numerosos cafés de la Avenida Corrientes, ya que ellos también son y han sido parte de la historia de Buenos Aires. Los primeros abrieron hacia 1760, pero su mayor gloria la alcanzaron durante este siglo. Pese a que importantes políticos, escritores, periodistas, músicos y actores vistieron sus mesas; muchos de estos locales ya no están, y los que aún perduran, ya no son lo que eran antes...

Por Corrientes, desde la avenida Callao y hasta la calle San Martín abundaron los cafés con sabor a tango, a política y disquisiciones psicologistas, a conquistas y engaños, y a todo tipo de movidas artísticas. La bohemia porteña se dio cita a lo largo y a lo ancho de esta avenida, pletórica de ilusiones y anhelos. En los distintos cafetines se pronunciaron panegíricos manifiestos acerca de la libertad y los intelectuales de la época evocaron con gran lirismo la autenticidad del alma artística, alejada de los hábitos burgueses y de la mediocridad.

A continuación recordaremos algunos de ellos con la intención, en fin, de suspenderlos con la memoria en un presente vivo.

Los Pinos: Este café estuvo ubicado en Corrientes y Rodríguez Peña. Era el lugar de encuentro de políticos y actores. Fue también el preferido de estudiantes y compañías de teatro. Entre sus habitués se puede recordar al actor Luis Sandrini, Pepe Cibrián y Ana María Campoy.

Pernambuco: Ubicado en la misma intersección de calles, pero de la vereda de enfrente, todavía funciona como café teatral y literario. Relevó a Los Pinos, cuando este último cerró en 1987. Sus habitués suelen ser, en su mayoría poetas, músicos y periodistas que además de compartir una charla y un café, ahora también navegan por Internet.

La Paz: Fue netamente de corte político; aunque su estilo fue denominado "psico-bolche". Ubicado en Corrientes y Montevideo fue un lugar emblemático durante los ´60, cuando el hipismo vistió sus mesas con flores y ondas de amor y paz. Y también fue la época en que el ahora mítico Tanguito visitó el billar del primer piso. Se reunían en este café David Viñas; Ricardo Piglia; Enrique "Mono" Villegas y Rodolfo Walsh, entre otros.

Dominguez: Estuvo en Corrientes y Paraná y fue el primer café 24 horas de Buenos Aires. Lo mejor de la poesía rea y "mistonga" de la ciudad se reunió allí; y el gran escritor Celedonio Flores lo inmortalizó en su poema "Tristezas" ("Cuando pasa el organito", página 81, Editorial Freeland, Buenos Aires, 1965).

Corrientes,
la amable, la calle Corrientes
de los sueños locos, los sueños ardientes
pintoresca calle, noctámbula ideal
del viejo Montmartre, del Café Domínguez
y el rante Pigall...

Continuamente dio cita a los amantes del tango. Enrique Cadícamo en un poema homónimo le cantó en su época de mayor éxito -1918-, cuando Buenos Aires se refugiaba en los teatros de la avenida:

Bar Domínguez
de la vieja calle Corrientes que ya no queda...
De cuando era angosta y la gente
se mandaba el saludo
de vereda a vereda...

Hombres como Francisco Canaro, Noli, Roberto Firpo y Juan Maglio (Pacho) silenciaron también las voces de los parroquianos que se extasiaban con la música de sus conjuntos tangueros.

En el mostrador del Café Domínguez se instaló una de las primeras máquinas Express que importó la firma La Cosechera S.A., inaugurando con ella el sinónimo de café. Los mozos, de ahí en más no pidieron tal o cual cantidad de café, sino que sus voces entonaron el "¡marche un express!".

En su salón se estrenaron dos tangos de grandes valores musicales, como lo fueron "Tierra Negra" de Graciano De Leone y "Un lamento" de Numa Córdoba.

Iglesias: Era vecino del café Domínguez y también supo ser tanguero. En él se estrenó "La Cumparsita". Lo visitaron entre otros, Pedro Maffia y Roberto Firpo.

El Foro: Ubicado en Corrientes y Uruguay, aún continúa en pie y sigue siendo un café de corte político. En los ´70 reunía a la plana mayor del Partido Comunista. Lo transitan un sinnúmero de abogados y hasta el polémico árbitro de fútbol, Javier Castrilli.

Tango Bar: Estuvo en Corrientes y Talcahuano y podría decirse que fue "hermano" del Marzzotto y del Nacional, por su palquito pasaron una cantidad innumerable de orquestas típicas que alcanzaron el pináculo de la gloria.

El local era alargado y angosto y una mampara de madera y vidrio dividía el salón de familias del salón general. La entrada del establecimiento tenía dos puertas; de una de ellas pendía un cartelito en el que se leía: "Exclusivamente para Familias".

Las orquestas que actuaron con sus vocalistas en el Tango Bar fueron las siguientes: Edgardo Donato, con la destacada actuación del pianista y compositor Carlos Figari, quién luego integrara el conjunto de Aníbal Troilo; Elvino Bardaro; Anselmo Aieta; Cristobal Herrero; Eduardo Del Piano; Pedro Laurenz, con Alberto Podestá; Raúl Kaplún; Miguel Caló; Horacio Salgán, con Edmundo Rivero; Osmar Maderna con Raul Iriarte; Osvaldo Pugliese con Roberto Chanel y Alberto Morán; Francisco Rotundo; Francini Pontier con Roberto Rufino y Julio Sosa; Astor Piazzolla, quien debutó en el tango Bar con la colaboración del vocalista Aldo Campoamor y por último, José Sala.

Café Japonés: Fue un café literario, sin embargo pasó un tanto desapercibido hasta que el gran escritor, Roberto Arlt lo extrajo del anonimato (Los siete locos, página 20, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1950). Se dice que este lugar era el "refugio de la mala vida", pues se reunían en él cocheros y rufianes de la zona, esperando alguna muchacha perdida en la noche sin destino. También fue el sitio donde gran parte de la camada de taximetreros se reunían a beber café, para ahuyentar el sueño que los asaltaba a la medianoche.

Cabildo: Estaba ubicado en Corrientes y Esmeralda. Fue un café tanguero, a tal punto que a esta esquina se la denominó "la esquina del Tango". Paradójicamente fue el lugar que unió en la puja a dos sectores sociales: "cajetillas" y guapos. A esta esquina, el escritor Celedonio Flores le escribió una sonatina; y una de sus estrofas apunta:

Esquina porteña, tu rante canguela
se hace una "melange" de caña, gin fitz
pase inglés y monte, "bacará" y quiniela,
curdelas de grapé y locas de pris.



Café Guaraní: Estuvo en la misma esquina y también fue netamente tanguero. Este café, todas las noches tenía reservada una mesa para Carlos Gardel y José Razzano, que actuaban en el Teatro Esmeralda -hoy conocido como el Maipo-.

Bar de Rosendo: Estuvo en la esquina de Corrientes y Esmeralda. Reagrupó a toda una troupe de políticos, periodistas y escritores; hasta que se produjo el ensanche de la avenida y con dicho acontecimiento desapareció. Fue contemporáneo del cine Empire y del Cabaret L'Abaye, de Esmeralda al 500; y contó con la presencia de Bartolito Mitre y Vedia, Eustaquio Pellicer, José S. Álvarez (Fray Mocho), mientras meditaban la aparición de la revista de mayor trascendencia en Buenos Aires, "Caras y Caretas". (El 8 de octubre de 1898 aparece el primer numero). En este mismo bar nacieron también las revistas "El Hogar" y "Mundo Argentino".

La Richmond: Continúa ubicada en Florida y Corrientes. Desde siempre, supo ser un café literario; albergó a figuras de la talla de Horacio Quiroga, Hector Blomberg y A. Gerchunoff. En el año 1943, la banda de jazz de Eduardo Armani y su cantante Helen Jakson desplegaron sus melodías y a partir de ese momento, el público cultivó este género con gusto predilecto.

El Ramos: Está ubicado en Corrientes y Montevideo. Hace poco sufrió una feroz remodelación, perdiendo por completo su identidad y pasando a ser un café mas de la "aldea global". Fue el bar artístico por excelencia. En los ´60 fue el refugio de actores, periodistas y cineastas. Durante la última dictadura militar, era común que muchos artistas e intelectuales se reunieran por tandas en este lugar, aunque las razias de la policía y los "FaIcon verdes" -recuerdo funesto de los militares de la época- aparecieran subrepticiamente a altas horas de la noche...

Rafeto: Ubicado en Corrientes y Paraná, fue también un café tanguero; el último de la ronda de los años ´40, cuando la "vieja guardia" del 2 x 4 hacía furor. Esta fue otra de las esquinas reas de Buenos Aires, la de los "cafiolos", de los "pungas" y de las patotas policiales, donde la bohemia encumbrada repartía sus noches en el Rafeto. Pascual Contursi fue uno de sus habitués, junto a Ivo Pelay, Bayón Herrera y Alberto Novión.

La Giralda: Todavía está en Corrientes y Uruguay. Este café permanece intacto y afortunadamente, aún conserva sus lucecitas de neón. Es famoso por chocolate con churros, y sus mesitas de mármol, sobre todo por su aroma a nostalgia.

Café Apolo: Estuvo en Corrientes y Uruguay, contiguo del Teatro Apolo. El café data de la época en que fue inaugurado el escenario del Apolo, es decir, el 9 de julio de 1892. La gente de la farándula teatral se reunía frecuentemente en este lugar. Fue muy destacada la presencia de los hermanos Podestá -Pepe, Pablo y Antonio- acompañados también por Atilio Supparo, director teatral uruguayo. La participación de las tertulias celebradas en el Apolo eran sinónimo de consagración, fundamentalmente, para los autores y actores. El cenáculo teatral, siempre estaba presidido por Pablo Podestá.

El Telégrafo: Ubicado en la misma esquina, fue junto al Apolo un verdadero "hogar alternativo", para la farándula durante los anos ´50. La desaparición del café Apolo motivó el traslado de los artistas a las salas del Telégrafo. Angelina Pagano, Roberto Casaux, Arsenio Mary y Lola Membrives lo frecuentaron. Antes de iniciar los ensayos, o a la hora del aperitivo, pasaban por el café Joaquín de Vedia, Alberto Novión, Alejandro Berruti, Alberto Ballesteros, Carlos Osorio o Rodríguez Acasusso, prestigioso periodista del diario La Nación y hombre de teatro.

El Estaño: Ubicado en la esquina de Corrientes y Talcahuano, aún hoy continúa siendo un café tanguero y teatral, pese a que nada queda ya de estaño y mucho sobra de fórmica y acrílico. Pocos saben que precisamente en El Estaño trabajó el conocido magnate del petróleo, Aristóteles Sócrates Onassis, cuando solo era un adolescente y residía en nuestro país como un simple refugiado. Llegó al almacén, paradójicamente acompañado por un amigo turco que lo contactó con Juan Katapodis, un griego mayorista de quesos, quien le suministró empleo en una frutería y verdulería de Leandro N. Alem y la Avenida Córdoba. En El Estaño, Onassis no solo trabajó, sino que también tuvo la oportunidad de servirle un café a Carlos Gardel (Revista "Panorama", febrero de 1966)

La Real: Fue el lugar predilecto, entre tantos otros de la bohemia tanguera. El estilo de la decoración era art nouveau. Su salón poseía grandes columnas marmoladas, espejos biselados y las mesas y las sillas eran de madera maciza. Por lo general, la afluencia del público se concentraba a la hora del vermouth. Por sus mesas pasaron hombres como Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Ernesto Ochoa, Juan Carlos Cobián, Julio De Caro, Ángel D'Agostino, José Razzano, Tito Lusiardo, Matos Rodríguez y Carlos Raúl Muñoz y Pérez -poeta máximo del lunfardo, que fuera más conocido como el "Malevo" Muñoz-. Aunque, sin lugar a dudas, el personaje que se llevaba todos los laureles, por aquellas épocas era, Carlos de la Púa. El mismo Enrique Cadícamo lo recordó en uno de sus poemas:

Confitería de ambidiestros,
de Corrientes y Talcahuano.
Nosotros somos los maestros
y de la Púa el gran decano.


Se dice que Carlos de la Púa era famoso por su algarabía y también por ser uno de los hombres de mayor cultura alcohólica de las barras trasnochadas de la Avenida Corrientes.

El Nacional: Estuvo ubicado en Corrientes y Carlos Pellegrini. Fue conocido como "La Catedral del Tango". Concurrieron a el, entre otros grandes personajes: Juan D'Arienzo y Anselmo Aieta.

Los Inmortales: Estaba en Corrientes y Suipacha. Fue un café literario. El Café de los Inmortales no siempre se llamó así: anteriormente se había llamado "Café Brasil", en honor a Santos Dumont, quién cumplía sus hazañas en el continente europeo. Don Calixto Milano adquirió este local por mil doscientos pesos. Pero con el tiempo las cuentas demostraron que el negocio no había dado buenos resultados, Milano decide entonces ofrecer el café Brasil a don León Desbernats -hasta ese momento, vendedor de corbatas de la casa Gath y Chaves-. La correcta administración, el empeño y la buena calidad de servicio a la clientela hicieron que el café Brasil ocupara uno de los primeros puestos dentro de la larga lista de locales de la avenida. Allí se reunía la bohemia literaria, que noche tras noche postergaba la cena por las tertulias y una taza de café. Desbernats rebautizó este local gracias a la ocurrencia de Florencio Sánchez y Evaristo Carriego, quienes le otorgaron la nueva denominación, porque quienes lo frecuentaban nunca comían, y por tal motivo, debían ser "inmortales"... Lo visitaban José Ingenieros, Alfredo Palacios, Horacio Quiroga, Enrique García Velloso, entre tantos otros.

Royal Keller: Fue un café político y "bacán", el lugar elegante de algunas familias distinguidas. Mientras que en él se organizaban reuniones literarias a las que concurrían, generalmente, la gente del teatro, en otras oportunidades este café funcionaba como pequeño estadio, donde se hacían las primeras exhibiciones de boxeo. Hacia la década del ´30 solían reunirse los nacionalistas de derecha, quienes propiciaban el derrocamiento del Presidente Yrigoyen, y aprovechaban para organizar una cena a beneficio del general Uriburu, después jefe del golpe triunfante el 6 de septiembre de 1930.

Café de Suárez: Aún está en Corrientes y Maipú. Desde siempre, ha sido un café político y literario. Asiduamente es frecuentado por escritores y políticos de distintas facciones, que de reojo se miran por entre el humo del café y el cigarrillo.

Café Gerard: Estuvo en la esquina de Corrientes y Florida y fue un verdadero reducto político y musical.

Durante varios años fue también el refugio de muchos periodistas, que iniciaban su recorrido noctámbulo en La Helvética. A propósito de esto recordamos que su dueño, un ingles, llamado Eugenio Gerard sentía gran aprecio por Charles de Soussens, a quien cambiaba los tickets o vales que le daban en el diario La Nación como contraprestación por sus servicios periodísticos. ("Critica", 10 de julio de 1925). Este lugar fue el primero de la zona céntrica, donde tocó una orquesta de jazz.

La Helvética: Fue el café periodístico por excelencia. Antiguamente este terreno había sido un solar de la calle Corrientes y Catedral. En el año 1844 el lote fue vendido en 92.000 pesos. Aquel solar, del que solo se conservaba un horno pare masa y facturas junto a otros enseres del local, pasaría con el tiempo a convertirse en uno de los cafés más famosos y viejos de Buenos Aires.

Se lo denominó la "trinchera intelectual" y el "refugio hogareño de los periodistas del diario La Nación". Fue el santuario, donde muchos reporteros, por la noche, preparaban las notas que leerían los porteños a la mañana siguiente en uno de los principales matutinos. De las muchas anécdotas que se guardan de La Helvética, rescatamos la siguiente: "Otro acontecimiento vivido de los hombres de letras y de prensa es el que aconteció en una entrevista entre Bartolomé Mitre y Roberto J. Payró. Lo habían llevado a la entrevista Emilio Becher, que era el alma viva del tránsito de La Helvética a La Nación. Sentados en una de las mesas del angosto local, Mitre le preguntó al autor de "La Australia Argentina."

- ¿Dígame, Payró, usted para qué cree que nos puede ser más útil en "La Nación"?"
- Para nada - fue la respuesta.
- Entonces, para que cree que nos puede ser menos útil?
- Para todo -respondió de inmediato Payró.

(... ) Con este diálogo llegaron a conocerse íntimamente Bartolomé Mitre Roberto J. Payró, motivo por el cual, este último ingresó inmediatamente a la redacción del diario". (Los Cafés de Buenos Aires. Página 154 y 155. Editorial Schapire).

Concurrían a este recinto Julio Piquet, Carlos García Lauda, Enrique Loncán, Enrique Méndez Calzada, Ángel Falco, José Ingenieros, Pedro Angelici, Joaquín de Vedia, Enrique Hurtado y Arias, Enrique González Tuñon, Héctor Blomberg, Alberto Caprile, Eduardo Mallea, Álvaro Melián Lafinur, Pedro Raggio, etc.

En 1955, el local fue baleado con 24 proyectiles; eran tiempos turbulentos donde no solo temblaban los ladrillos de La Helvética, sino también los cimientos de toda la nación. Pese a que el local reabrió sus puertas años más tarde, el renacimiento fue prematuro, y no tardó en llegar el final...

El remate de sus pertenencias se realizó en julio de 1958, aunque se conservaron muy celosamente objetos cuyo valor es incalculable, tales como las antiguas cocteleras de plata o los vasos de licor, cuyo tamaño los asemejaba más al de un florero, que al de un recipiente para bebidas. Entre las tantas finísimas bebidas, se guardaron el coñac Martell, en botella de un litro, imposible de encontrar en la Argentina; el Curvoisier legítimo; el Eduardo VII; el Biscuit; el Napoleón ¡1870!; el champagne Perré Jouet y un oporto rarísimo en nuestro tiempo, el Zabaleta del año 1844. Entre los wiskys se conservó el Dry Sack; Morgan; Old Band; Grand Munich; John Heise y el Procurable.

La Fragata: También estuvo en la intersección de las calles Corrientes y San Martín. Fue el café de la "city"; el aroma del ambiente de la Bolsa y las cotizaciones impregnó el local y el recuerdo de quienes lo visitaron. Cuenta uno de los mitos populares que en Ia Avenida Corrientes hubo una época en que existió un discutidor profesional: discutía sobre cualquier tema; se sentaba a las mesas y por un precio fijo discutía de lo que uno quisiera...

La lista de cafés es por demás extensa e imposible de citar en una sola nota. La memoria nos lleva a recordar lugares como La Opera; Premier; Politeama; El Ateneo; Café Callao; Café Biarritz; el San Bernardo; El Dorado; El Petit y El Julián; etc., etc., etc.

Lo cierto es que esta avenida ha sido considerada por Enrique Cadícamo como la "calle que nunca duerme", sin embargo desde hace poco más de una década bosteza largamente, mientras padece pesadillas edilicias, que poco a poco van diluyendo nuestra identidad. porteña y por que no también, nacional. Los cafés en la historia de Buenos Aires han significado una verdadera institución; la salida de la muchachada; la sede de la expectativa, ya que hasta las cosas mas insólitas podian pasar. También han sido y continúan siendo el escenario de las citas amorosas (ya sea de las primeras o de las últimas), donde la atmósfera se impregna de seducción y confidencia.

Los cafés, son lugares donde se pautan y se cierran acuerdos comerciales; donde se entretejen discusiones; donde se invite a la nostalgia; donde se producen los reencuentros, tantas veces postergados con amigos; donde se llama al recuerdo y donde planea el futuro. En fin, son el lugar por donde pasa la vida, y todo esto, mientras bebemos un café.

Evocar el espíritu de los viejos cafés de Buenos Aires y salvaguardar los que quedan debería ser para nosotros, los porteños, casi una obligación. Porque mantener la identidad cultural de un pueblo es lo que verdaderamente reafirma el hecho de que "Globalización", no es sinónimo de "Neo-colonización". Y "Modernidad", tampoco implica desmedro de nuestro pasado.

Informe y texto: Karina Donangelo

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