31/7/11

Cupido masacrado


Informe y texto: Karina Donangelo

Hoy asistimos a la muerte del Estilo. Hay un jaque mate a la razón y églogas al sin sentido.
Se ha matado a la ilusión; y pareciera que el romanticismo no es más que cursilería barata, de una raza infradotada y en vías de extinción.
Se han perdido los detalles; los ramos de rosas; las cajitas de bombones; una carta manuscrita. Escasean las miradas cómplices, los rostros sonrojados por un pudor nacido en otros tiempos.
Ya nadie camina tomado de la mano. Todo se ha vuelto tan volátil, tan “Express” y despersonalizado…
Nos ha invadido la legión de los “hombres grises”, indefinidos, borrosos y evaporables, como el vapor del agua cuando rompe el hervor.
Pareciera que hablar de amor es flojera; que arriesgarse a reconocerse enamorado es cuestión de débiles o utópicos. Es que hoy hablar de amor, parece casi una quimera. Hoy impera el “toco y me voy”, y sin embargo es tan lindo quedarse, y que te digan “Quiero quedarme en vos”.
Hoy ya casi nadie camina sonriendo. Abundan los ceños fruncidos, rostros de cera, mentes de quebracho y cuerpos de bótox y siliconas.
Hoy ya nadie arriesga por un “quizás”, o un “tal vez”, por un “¿por qué no?”, por un “ojalá” o por un “puede ser”.
Vivimos bajo la dictadura de la especulación; bajo las frías leyes del mercado; regidos por el Reino de la Cantidad, de la conveniencia y de los resultados.
La nostalgia y la melancolía son malas palabras; la tristeza una condición inaceptable. Meditar es perder el tiempo. Hoy hay que ser “productivos” y en todos los ámbitos de la Vida medir el “costo-beneficio”.
Ya nadie regala una sonrisa, ya nadie se permite el placer de dar por dar, sin esperar nada a cambio. Ya nadie se permite la satisfacción de soñar. Ya nadie baila a la luz de la luna. Ya nadie le susurra al otro palabras de cariño al oído. Ya nadie recuesta su cabeza sobre el hombro del otro como expresión de afecto. Apenas se hace cuando el sueño nos derriba en el subte o en el colectivo.
Hoy vamos “conectados” a todas partes, del cable de los auriculares, del celular o de la notebook, pero así andamos por la Vida: “conectados” pero más solos que un Plumero.
Acumulando contactos que con suerte se saludan para los cumpleaños o el día del amigo, con mensajes fríos y en cadena. Porque las redes hacen que hoy todos seamos “amigos”, que engordemos nuestro propio ego; exacerbemos nuestro propio exhibicionismo, pero que después no compartamos nada con nadie ni en ninguna parte, excepto en esa especie de “limbo existencial” que muchos llaman “la Red”.
Ya no abundan las caricias ni los abrazos; el lenguaje de las miradas, los silencios expresivos.
Las emociones han sido heridas de muerte. Hoy debemos ser “medidos”, equilibrados, en esa nada existencial más parecida a la náusea, que a la verdadera condición humana.
Hoy no sirve “intentarlo por intentarlo”. Hoy es deber ser “pro-activos” y “comprometernos” con algo, con un equipo de fútbol; con una liga universitaria o con la empresa que nos calza la camiseta. Hay que “comprometerse” con todo, pero nunca con el otro y mucho menos con nosotros mismos.
Hoy, caminar por un parque es cosa de viejos o de locos.
Disfrutar de un buen café en una confitería, mientras leemos un libro es perder el tiempo. “Cosa de amargos”. Y entonces te dicen que no tenés Vida y que te compres una…. Esas, de las que se consiguen por Mercado libre, impersonales, monocordes y acordes con estos tiempos, pero sin alma. Porque “vivir” hoy sólo es sinónimo de “rendir” y si no rendís; no existís.
Rendir sólo para satisfacer las necesidades elementales, propias y del otro, pero no más que eso.
Hoy ya nadie quiere Cena con velitas para dos.
Impera el egoísmo, el Yoísmo, el “sálvese quien pueda”, pero primero me salvo yo.
Nadie está dispuesto a ceder, a dejarse encontrar, a dejarse querer y mucho menos a comprometer su corazón.
Hoy, un “Te Amo”, para muchos apenas si vale como una muestra de cortesía por los servicios prestados.
Han inventado esa cosa amorfa y ridícula de “amistades con privilegios”. Como si hacer el amor fuese un privilegio degradado que se traduciría en “Ok, tengamos sexo, pero no me jodas, no te enganches, no me embrolles ni te embrolles”. Dando como resultado un sinónimo absurdo, mediante el cual se concluye que enamorarse y querer estar con alguien e iniciar una relación es un embrollo, que el compromiso es una joda, una carga que nos demanda del otro más de lo que estamos dispuestos a dar.
Tan mezquinos nos hemos vuelto que creemos ser libres e independientes, pero estúpidamente nos hemos vuelto esclavos de las modas sociales, de las series norteamericanas que llegan a nuestras pantallas de televisión, de las actitudes “progres” y “seudo-liberales”.
Hoy una mujer se cree superada cuantos más muñecos va volteando en su camino. El hombre se cree vivo si comparte su lecho con distintas mujeres y si logra que ellas lo busquen, lo llamen, se le regalen y no pretendan nada a cambio. O si acaso encontramos la otra raza masculina; la de los temerosos, indecisos, quienes a pesar de haber pasado varios abriles, todavía no saben lo que quieren. Los que no se creen capaces de brindarte algo serio o duradero ni siquiera a mediano plazo. Pero eso si; aspiran a lo grande, con miles de pretensiones y cargados de prejuicios. Son los eternos inmaduros, carentes de poder de decisión.
O los que vienen dañados tras la ruptura de una relación conflictiva. Entonces te pasan factura a lo loco y te miden y te juzgan tan incongruentemente como quien pretende colar un camello por el ojo de una aguja. Haciéndote cargo a vos por lo que le hicieron los demás y comparándote con la otra o con el otro.
Es que hoy, la mayoría de la gente, en cuestión de sentimientos no sabe lo que quiere.
A todo le dicen que Sí; y entonces “todo bicho que camina, va a parar al asador”. O a todo le dicen que No, y especulan con esa seducción histérica del quiero pero no quiero. Y con silencios prolongados y llenando al otro de gestos y actitudes contradictorias se quedan solos y no van a ninguna parte.
Como decía Raúl Scalabrini Ortíz, se quedan igual que el “Hombre de Corrientes y Esmeralda”, que “está solo y espera”. Sin hacer nada, ni arriesgar nada. Esperando que sea el otro el que los busque; que sea el otro el que los llame, los mime, los atienda, que no los complique y que después se raje.
¡Qué triste! ¡Pobres gentes! Hoy todo es masividad y vulgaridad. Se han perdido los valores, el respeto, las tradiciones, el verdadero compañerismo, el saber escuchar y arriesgarse a abrirse al otro, contarle qué nos pasa; qué queremos, qué esperamos; a qué le tenemos miedo; qué cosas no queremos; qué cosas no olvidamos; cuántas superamos y cuántas todavía no superamos; contarle qué soñamos; qué añoramos; qué fantasías tenemos.
Vivimos esclavizados por las dudas y el miedo. Y poco a poco, sin darnos cuenta estamos llenando este Planeta de una raza de mediocres y cobardes. Conectados virtualmente; enamorándonos de hologramas; fabricando falsas imágenes en espejos distorsionados donde hasta nosotros mismos empezamos a dejar de ser reales. Y vamos creando una nueva especie de acantilados de mármol; una Humanidad autista y descorazonada. Una generación abstraída del mundo exterior y ensimismada.
Nos miramos sin vernos. Nos oímos sin escucharnos. Mantenemos sexo sin amarnos. Y poco a poco vamos transformándonos en fantasmas. Y así, sin darnos cuenta, poco a poco nos vamos muriendo, tristemente y sin haber amado.

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