12/12/08

Informe y texto: Karina Donangelo


El origen de la Navidad
Millones de personas la celebran en todo el mundo. Muchos tal vez no participan de las celebraciones religiosas referidas a esta fiesta tan popular. El mundo del comercio se prepara para lo que será probablemente la mejor temporada de ventas de todo el año. Y en cada hogar llegan las preocupaciones económicas que tienen que ver con la cantidad de dinero que se invertirá en regalos, comida, bebidas, ropas para la ocasión y renovación de los adornos típicos y decorativos, lo que culmina con un montón de gente endeudada hasta las muelas. También llegan las discusiones por ver junto a quienes se pasarán dichas reuniones especiales; si en casa de “tu familia o de la mía”... Sin dejar de mencionar las molestias que ocasionarán los reencuentros con personas indeseables, que no tiene nada en común con nosotros, ni en gustos, ni en hábitos, costumbres u opiniones.
Sí, estamos hablando de la Navidad. Una celebración que debería unir a las personas, en paz y confraternidad, pero que termina convirtiéndose a menudo en una verdadera tortura. Pero más allá de las cuestiones domésticas, veamos cuál es el verdadero origen de esta fiesta.
Si uno dedica tiempo a investigar el asunto verá que la Navidad no se origina en el verdadero cristianismo; así lo reconocen diversas autoridades intelectuales y biblistas de distintas confesiones.
Considerando lo antedicho, no nos sorprenderá leer por ejemplo en los registros históricos que, en Inglaterra, el Parlamento de Cronwell decretó en 1647 que la Navidad fuese un día de penitencia y la prohibiera por completo en 1652.
Según la historiadora P.L. Restad, “los pastores que predicaban la Natividad se exponían a ser encarcelados, y a sus ayudantes se les podía multar si decoraban las iglesias. Las tiendas tenían que abrir por ley en dicho día como en cualquier otro día laborable”. Estas medidas tan radicales se debían a que los reformadores puritanos pensaban que la Iglesia no debía crear tradiciones inexistentes en las Escrituras, por lo que denunciaban fervorosamente la celebración de la Navidad en sus sermones como en las publicaciones que distribuían.
En Norteamérica hubo manifestaciones muy similares. Entre los años 1659 y 1681, la Navidad estuvo prohibida en la colonia de la bahía de Massachussets (colonia fundada en 1628 por puritanos ingleses que llegó a ser la más próspera de los primeros asentamientos de Nueva Inglaterra). La ley dispuso que no debía observarse de forma alguna, y los infractores eran multados. Además de los puritanos de Nueva Inglaterra, también había grupos en las colonias centrales que se negaban a festejarla. Los cuáqueros de Pensilvania, por ejemplo se mostraban tan inflexibles como los puritanos. Las primeras iglesias bautistas y congregacionalistas tampoco encontraron base bíblica para conmemorar el nacimiento de Cristo.
La Nueva Enciclopedia Católica admite: “No se conoce la fecha del nacimiento de Cristo. Los Evangelios no indican ni el día ni el mes (...) Según la hipótesis presentada por H. Usener (...) y aceptada por la mayoría de los eruditos actuales, al nacimiento de Cristo se le asignó la fecha del solsticio de invierno (25 de diciembre en el calendario juliano y 6 de enero en el egipcio) porque, al ser el día en que el Sol iniciaba su ingreso en el hemisferio norte, los paganos devotos de Mitra celebraban el dies natalis Solis Invicti (natalicio del Sol invicto). El 25 de diciembre de 274, el emperador Aureliano había proclamado al dios Sol protector principal del imperio y le había dedicado un templo en el Campo de Marte. La Navidad se originó en una época en la que el culto al Sol era muy importante en Roma”.
En el siglo IV, después de la supuesta conversión de Constantino, una gran cantidad de paganos adoptaron la forma de cristianismo que existía entonces. Es lógico pensar entonces que muchos de los cristianos primitivos desearan que la fecha en que celebrarían el nacimiento de Jesús coincidiera con la festividad romana pagana que honraba el ‘nacimiento del Sol invicto’. Así fue como se tomaron elementos que integraban los ritos paganos celebrados a mitad del invierno, y se los combinó con la teología navideña, aún en desarrollo. No resultó difícil establecer la analogía entre el Sol y Dios como Fuente y Sostén de la vida.
La instauración de la fecha 25 de diciembre por el emperador Aureliano para conmemorar al Sol Invictus, principal patrón del imperio en honor a Mitra, el dios de la Luz coincidió con la instauración del cristianismo como religión imperial. El historiador Murria sostiene que “Después de mucha incertidumbre, la victoria fue para el cristianismo, el gran rival del mitraísmo. Pero hacia el año 300, todavía se requería de cierta diplomacia. Fue entonces cuando la Iglesia decidió instituir una fiesta que conmemorase el nacimiento de Cristo. La fecha escogida para ello fue entonces, el 25 de diciembre”. ¿Por qué? Porque el período invernal intermedio ya de por sí se caracterizaba por tener un tono festivo debido a las saturnales romanas, festividades del fuego y de la luz de siete días de duración. Después tenían lugar las calendas, una fiesta que duraba tres días y que celebraba el nombramiento de los magistrados romanos, cuyo mandato se extendía por un año desde el primer día, o calendas, de enero. De manera que, al coincidir la celebración de las saturnales, las calendas y el cumpleaños mitraísta del Sol en un período tan corto, se escogió la fecha del 25 de diciembre para celebrar la “Misa de Cristo”, un poco como llamamiento a los pueblos paganos, para que se convirtieran a la nueva religión estatal del Imperio Romano. Así fue como en 601 E.C, el papa Gregorio I escribió a Melito, enviado a la misión de Inglaterra, y le dio instrucciones de que “no eliminara tales festividades paganas antiguas, sino que las modificara para que se conformaran a las ceremonias de la Iglesia, y que únicamente reemplazara su carácter pagano con uno cristiano.
Es que los pueblos bárbaros, entre ellos, los germanos paganos tenían por costumbre banquetear, divertirse y darse regalos. Objetos como cirios (o velas), troncos de leña, adornos de hojas perennes y árboles adquirieron un uso generalizado en las celebraciones navideñas.
Durante la Edad Media, según la doctora Penne Restard, en su libro La historia de la Navidad en América, “Algunos guías religiosos afirmaban que el ser humano, en su condición caída, requería una temporada de desenfreno y exceso, aunque debía producirse bajo la supervisión protectora del cristianismo”. Pero tales argumentos no hacían más que aumentar la confusión, y en última instancia daba lo mismo, puesto que estas costumbres llegaron a estar tan arraigadas en las personas que daba igual si moralmente eran correctas o incorrectas, o si tenían un origen cristiano o no.
Con la llegada del siglo XIX se produjeron cambios sin precedentes en la historia de la humanidad y estos cambios modificaron en parte también las formas de celebración y el carácter de la Navidad. La industrialización también ocasionó nuevos y complejos problemas sociales que acabaron influyendo también en la Navidad Las insalubres condiciones y penalidades económicas que suponía vivir en las ciudades que surgieron como consecuencia de la revolución industrial impulsaron a muchos a llevar adelante una cruzada en pos de la caridad y escogieron para ello la Navidad, Se creyó que la Navidad era un medio perfecto para llevar la religión y los sentimientos religiosos al hogar y para compensar los excesos y fracasos del mundo cotidiano, uniendo a las familias, vecinos y compañeros.
Sin embargo, como se puede observar año tras años, las buenas intenciones no bastan. Ese tan mentado espíritu navideño de paz, ya prácticamente no existe. Sobre todo en un mundo que se ha vuelto completamente loco. En donde impera el consumismo delincuencial, porque los precios de los artículos aumentan exorbitantemente. ¿De qué Paz y unión familiar se le hablará a los millones de seres que viven en la calle porque carecen de familia y hogar? ¿No es acaso una celebración egoísta, que margina a quienes no tienen las mismas posibilidades? Muchos piensan en irse de vacaciones; discuten porque no tiene trato con sus familias políticas. Muchos otros se entregan a todo tipo de desenfreno y excesos con la comida y la bebida, lo que tiene como contrapartida que luego se ocasionen toda clase de accidentes. Hay quienes se divierten “jugando” con pirotecnia pero el juego termina resultando muy caro cuando terminan hospitalizados...
Pero por sobre todo, la pregunta es, ¿por qué la Iglesia Católica continúa avalando esta celebración, cuando hasta el mismo papa Juan Pablo II declaró públicamente que el 25 de diciembre no nació Jesús? ¿Y cuando además se ha demostrado que esta celebración responde a festividades paganas caracterizadas por el desenfreno?

Cuando nació Jesús ?

Como hemos visto, no existe evidencia exacta de la fecha en que nació Jesús. Sí se sabe que nació en la ciudad de Belén de Judea. En esa zona había pastores que vivían a campo raso y guardaban sus rebaños a la intemperie. Si realmente Jesús hubiese nacido el 25 de diciembre, (en el hemisferio norte sería invierno) entonces jamás podrían los pastores haber dejado a sus rebaños en medio de la fría noche y de la nieve, tal como lo señalan diversos relatos de la época.
Se sabe también que por aquellos días (en que nació Jesús) salió un decreto de César Augusto solicitando la inscripción de todos los habitantes (inscripción o censo que se llevó a cabo cuando Quirino fue gobernador de Siria). Por lo que todos los residentes tuvieron que emprender viajes y traslados a fin de poder ser censados. Probablemente los fines de este censo fueran militares y fiscales. María, pese a estar embarazada acompañó a su esposo José en el viaje de unos 150 kilómetros (90 millas) desde Nazaret hasta Belén. Ahora bien, no sería una medida poco estratégica la de Augusto de ordenar a los judíos que en pleno invierno y malas condiciones climáticas se trasladaran de ciudad en ciudad, sobre todo cuando diversos informes confidenciales de gobierno señalaban la amenaza latente que existía, pues los judíos preparaban una rebelión contra los romanos y el descontento popular era muy grande...

El árbol de Navidad

Según la Nueva Enciclopedia Británica, “La adoración de los árboles, que era común entre los europeos paganos, perduró después de la conversión de éstos al cristianismo en las costumbres escandinavas de adornar la casa y el granero con plantas de hoja perenne en Año Nuevo para ahuyentar al diablo, y de poner un árbol para las aves durante la época de Navidad”.
De hecho según las indicaciones de Averroes, un obispo católico que luego fundara su propia iglesia, el Arrianismo, y que se dedicó a practicar bautismos masivos entre los bárbaros, en muchos pueblos se construyeron iglesias alrededor del árbol al cual adoraban estos habitantes, a fin de que asistieran al templo a adorar su tótem tradicional y adoptaran el nuevo credo que se les intentaba imponer.

Plantas navideñas

Otra costumbre navideña es la de confeccionar coronas de acebo o de otras plantas de hoja perenne. Esta también guarda una estrecha relación con la religión pagana. Los romanos de la antigüedad adornaban los templos con ramas de acebo durante las Saturnales, una festividad invernal de siete días dedicada al dios Saturno, el dios de la agricultura. Esta festividad pagana se caracterizaba particularmente por su jolgorio y libertinaje desenfrenados. Además del acebo están la hiedra y el muérdago, de las que muchos incluso hoy día creen que son plantas mágicas, pues producen fruto en una estación muerta. Hay quienes creen que las bayas rojas simbolizan la sangre de Cristo, y las brillantes hojas espinosas del acebo, la escarnecedora “corona de espinas” que los soldados romanos colocaron sobre su cabeza, para los paganos eran el símbolo masculino de la vida eterna. Consideraban además que la hiedra era un símbolo femenino de inmortalidad. Juntos, el acebo y la hiedra se convirtieron en la representación pagana de la fertilidad. En cuanto a esto, también guarda una relación muy estrecha la creencia que existe referida al muérdago. Creencia que se remonta a la Edad Media. Los druidas de la antigua Inglaterra creían que el muérdago poseía poderes mágicos y, por ello, lo empleaban a fin de protegerse de los demonios, los hechizos y otros males. Con el tiempo surgió la superstición de que besarse bajo el muérdago conducía al matrimonio, y durante la temporada de la Navidad algunas personas aún siguen esta costumbre.

Santa Claus ¿un viejito bonachón?

Para muchos, este jovial anciano de panza prominente y barba blanca es la misma personificación de la Navidad. Pero también se ha dicho que Santa Claus es un mito fundado en la historia tradicional de un obispo católico Nicolás de Mira (en la actual Turquía) del siglo IV.
Sin embargo si investigamos aún más atrás en el tiempo daremos con el origen primitivo de este personaje.
Si uno camina por las calles de Bélgica a principios de diciembre verá grupitos de chicos que van de casa en casa cantando villancicos llamados “canciones de San Nicolás”. Las amas de casa recompensan a los niños con dulces y todo tipo de golosinas. Si bien en la mayoría de los países Papá Noel o Santa Claus está asociado a la Navidad, en Bélgica el “santo”de barba tiene su propio día. Es que “San Nicolás”, cuyo día festivo es el 6 de diciembre es uno de los “santos” más populares de Bélgica y los Países Bajos. Por tradición se lo conoce como el amigo de los niños, que les reparte de buena gana regalos en su día de fiesta. La noche anterior al día festivo, los niños colocan uno de sus zapatos o zapatillas cerca de la chimenea mientras cantan villancicos. Se les ha dicho que “San Nicolás” y su servidor negro (llamado Pedro Negro) llegarán esa noche desde tierras lejanas en un buque de vapor. Después el “santo” galopará en su caballo gris por los tejados, seguido de Pedro Negro, quien lleva una vara y una bolsa grande con juguetes y caramelos. Nicolás trae manzanas, frutos secos y unos panecillos de color canela condimentados, llamados
Speculaas (pancitos de obispo) los cuales se hornean después de darles formas especiales e ingeniosas. Obviamente lo reciben los niños que se hayan portado bien durante el año. Se supone que a los desobedientes se los disciplinara con la vara, o peor aún, se les eche en la bolsa de Pedro Negro y se los lleve. A San Nicolás se le espera con una ofrenda: un vaso de ginebra y se dejan a la vista una zanahoria o unos cuantos cubitos de azúcar para su caballo. ¿A qué padre no le agrada ver a sus hijos ilusionados aguardando la llegada de Santa Claus?
Sin embargo la Oosthoeks Enciclopedia explica: “La celebración de San Nicolás en el hogar se derivó de la festividad eclesiástica (que incluía sorpresas para los niños), que a su vez surgió de elementos precristianos. San Nicolás, quien galopa por los tejados, es el dios pagano Wotán (Odín) (...) San Nicolás iba también a la cabeza en la carrera desenfrenada de las almas de los difuntos en su visita a la Tierra”.
Sí, los teutones creían que Odín o Wotán, su dios principal dirigía a las almas de los difuntos en una frenética cabalgata a campo traviesa durante los “doce días siniestros” entre la Navidad y la Epifanía (6 de enero). El viento fuerte resultante arrastraba tras de sí las semillas de los productos de los campos, lo cual estimulaba la fertilidad. Las famosas manzanas, nueces y otros frutos de otoño eran símbolos de fertilidad. Pues en la antigüedad la gente creía que podía apaciguar a sus dioses haciéndoles ofrendas durante los fríos y oscuros días invernales. Esto redundaría en mayor fertilidad para el hombre, el animal y la tierra.
Odín iba acompañado de su servidor Eckhard, el predecesor de Pedro Negro, quien también llevaba una vara. En una época más reciente, la Edad Media existía la creencia popular de que ciertos árboles y plantas podían hacer fértiles a los humanos y que el simplemente pegarle a una mujer con una rama de aquellos árboles bastaba para que quedara embarazada.
El libro “Días Festivos y celebraciones en la Iglesia y en las costumbres populares” menciona otras similitudes entre Odín y “San Nicolás”: “Wotán también llenaba las botas y los zuecos que se colocaban cerca de la chimenea, pero con oro. También se ponía heno con paja en el zueco para el caballo de Wotán. La última gavilla del campo era también para el caballo”.
Por su parte, el libro Sint Nicolaas, de B.S.P. van den Aardweg, menciona otras similitudes sorprendentes: “San Nicolás fue un personaje alto y poderoso que montaba un caballo blanco. Tiene una larga barba blanca, un báculo en la mano y una mitra en la cabeza, con un ancho manto de obispo de mucho vuelo. En tanto que Wotán, era una persona alta con barba blanca. Lleva un sombrero de ala ancha que casi le cubre los ojos. En la mano tiene una lanza mágica. Lleva un manto ancho y cabalga sobre su fiel caballo gris llamado Sleipnir”.
Como se ve, la fertilidad era una constante preocupación sobre todo en los pueblos de la antigüedad. El invierno era un período de oscuridad e inquietud, y con frecuencia se le consideraba el tiempo en que el dios de la fertilidad estaba dormido o yacía muerto. Se creía que de diversas maneras se podía dar vida de nuevo a la deidad o que el dios o la diosa podía recibir al menos cierta ayuda. Regalos, bailes, ruido, golpes con una vara... todas estas cosas se consideraban medios de expulsar a los espíritus inicuos y aumentar la fertilidad en los humanos, los animales y la tierra.
Si bien en ocasiones se ha hecho pública mención del origen pagano de la figura de Santa Claus, la gente continúa venerándolo como parte inseparable de la Navidad, muchas veces incluso olvidando la figura del mismo Jesús.
Sería impensable que alguien, por ejemplo prendiera fuego a la efigie de Papá Noel, ¿verdad? Bueno, eso fue sin embargo lo que ocurrió hace cincuenta años en Dijón (Francia), cuando el 23 de diciembre de 1951 se “ejecutó” a Papá Noel frente a unos doscientos cincuenta niños. ¿Cuál fue su delito? Según el periódico France-Soir, la ejecución “se decidió con el consentimiento del clero católico, que había acusado a Papá Noel de ser un usurpador y un hereje” y de “paganizar la Navidad”. El comunicado agregaba que “aquel había sido un acto simbólico, dado que la falsedad no podía despertar el sentimiento religioso en los niños y no constituía ningún método educativo”. Algunos eclesiásticos adujeron que las costumbres en torno a Papá Noel alejaban a la gente del “significado estrictamente cristiano”.
De hecho, el antropólogo Claude Lévi-Strauss dijo en Les Temps Modernes, en el número de marzo de 1952, que la creencia en Papá Noel constituía “uno de los más potentes semilleros del paganismo en la sociedad actual”. Para pensar, ¿verdad?

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