19/8/08

Informe y texto: Karina Donangelo
Escritores malditos

Tildados de dementes, opiómanos, prostitutas perdidas o alcohólicos maltrechos, muchas veces sumidos en la pobreza extrema, envueltos en escándalos públicos y privados, demolidos por la crítica e incluso por el público, diversos escritores han recibido el mote de “malditos”. Sin embargo, no por nada su obra ha sobrevivido y se continúa hablando de ellos. Será tal vez por aquello que indica que no hay mejor legado en este mundo para un ser humano que hacerse un “nombre”. Y lo cierto es que sus nombres han perdurado. Sus obras, en ocasiones censuradas lograron sobrevivir en círculos clandestinos, y fueron traducidas y hasta contrabandeadas por seguidores quienes hicieron de sus creadores, maestros de culto. En algunos casos se trata de autores de denuncia, quienes repudiaron la insoportable realidad de una época que anunciaba la decadencia de la sociedad; en otros casos fueron maestros de la pluma que se burlaron con cinismo de la condición humana, transgrediendo todos los límites conocidos, a veces en una búsqueda pretenciosa hacia nuevas experimentaciones, hacia otras realidades, o hacia paraísos artificiales recreados por el ácido, el opio u otras yerbas. También se trata en algunos casos de escritores, para los cuales las formas “políticamente correctas”, no cabían dentro de su visión del mundo. Un mundo crudo, real y despojado de acentos, razas o partidos. Muchas de estas obras fueron escritas desde un submundo, algunas desde las cárceles, y otras en el destierro. Para citar a algunos de estos escritores mencionaremos a: Charles Baudelaire; Edgard Allan Poe; Guy de Maupassant; el Marqués de Sade; H. P. Lovecraft; Arthur Rimbaud; Charles Bukowsky Horacio Quiroga; Ernst Junger; Alejandra Pizarnik; Emily Dickinson; André Bretón; Arthur Machen; W.B. Yeats; Philip K. Dick; W. Burroughs; Bram Stoker; H.G. Wells, jean Parvulesco; Fulcanelli; Fernando Pessoa; Gurdjieff; Madame Blavatsky; Samuel Beckett; Céline, etc.

H.P. Blavatsky, o la dama del misterio
Se la asoció a los espectros eslavos, a los hipnotizadores vagabundos, a los derviches turcos o a las ancianas de ceño fruncido que adivinan la suerte y leen las líneas de la mano. No se trata de una pitonisa moderna pero tampoco estuvo lejos de ello, H.P. Blavatsky, más concida en los círculos secretos como Madame Blavatsky. Nacida el 31 de julio de 1831 en Ekaterinoslav, la Ucrania rusa, la madre de Blavatsky pertenecía al linaje de los príncipes Dolgoruky, en tanto que su padre, Van Hahn, pese a ser coronel del ejército imperial ruso, descendía de una aristocrática familia alemana. A los 17 años fue obligada a casarse con el anciano general Nikifor Blavatsky, vicegobernador de la región, a quien abandonaría pocos meses después de su boda.
Se refugió primero en Constantinopla. De allí marcharía a Egipto y emprendería un largo camino iniciático de la mano de su sensei (maestro), un viejo copto quien la introdujo en los misterios esotéricos. Por largos años viajó por toda Asia. En sus periplos por aquel continente entró en contacto con los maestros tibetanos.
La Sociedad Teosófica
Ya en Londres y hacia 1851 recibió la visita de un mago hindú, quien la instó a fundar la Sociedad Teosófica, la cual llegaría a tener una gran trascendencia a finales del siglo XIX. Para aquel entonces hay quienes dicen que esta escritora ya había aprendido a ocultar los aterradores poderes que experimentaba. Durante aquella época surgieron numerosas sectas neopaganas en Europa, entre las cuales se inscriben la Sociedad del Vril; el Grupo Thule; la Ahnenherbe; la Sociedad Rosacruz y la Golden Dawn, con la cual Madame Blavatsky tendría cierta filiación, junto con su colega Gurdjieff. Lo cierto es que tanto la Teosofía como todas estas sociedades, pequeñas o grandes, conexas o inconexas son manifestaciones más o menos claras de otro mundo distinto al que vivimos. Pues vivimos entre dos mundos y así lo creía esta autora. Contemporánea del nazismo, dudosamente y no comprobado aún, vinculada con él, Blavatsky sabía muy bien, que precisamente el nazismo constituyó uno de esos raros momentos en la Historia de nuestra civilización, en que una puerta se abrió sobre otra, de manera ruidosa y visible. Y lo más singular de todo esto es que los hombres todavía pretendan no haber visto ni oído nada, aparte de los espectáculos y los ruidos del desbarajuste bélico y político. Si bien todas estas sociedades secretas estaban vinculadas de alguna manera, unas con otras, fue la Sociedad teosófica, poderosa y bien organizada la que conducía a todas ellas. Y añadía a la magia neopagana un aparato oriental y una terminología hindú. Abría ni más ni menos a un cierto Oriente luciferino las rutas de Occidente.
La vocación literaria de Blavatsky es tardía. “Isis revelada” fue su primer libro, publicado en 1875. Pero, según la crítica sus mayores obras serán “La Doctrina Secreta”, publicada en tres volúmenes entre 1888 y 1897, y “La vos del silencio”. Ambas, concebidas, según la autora para demostrar que “la Naturaleza no es un montón casual de átomos (…) y que su lado culto no fue alcanzado nunca por la ciencia de la civilización moderna”. Paralelamente a su actividad en la Sociedad teosófica, la autora publicó numerosos artículos en la revista Lucifer. Inscriptos dentro del género macabro, en muchos de estos artículos nos habla de almas que vagan en pena y desean vengar su asesinato (“La cueva de los ecos”); instrumentos musicales que proporcionan la genialidad a sus poseedores porque están fabricados con vísceras humanas (“El alma del violín”); o de viajes astrales a lo largo de medio mundo (Una vida encantada”). Desde 1882 se estableció definitivamente en la India. Falleció en la ciudad de Madrás en 1861.


Céline, el profeta de la Decadencia
El Sr. Destouches, un médico, físico y viajero francés fue quien acuñó estas palabras: “Rencorosos, dóciles, violados, robados, con las tripas fuera y siempre jodidos (…) Hemos nacido fieles y así morimos”. Se trata ni más ni menos que de Louis Ferdinand Céline, cuyo verdadero apellido arriba citado pasó al olvido para surgir un nuevo nombre dentro del universo literario que no supo ni sabe todavía del todo digerir los dos perfiles de este brillante escritor.
Junto con un grupo de jóvenes y talentosos intelectuales franceses Céline fue seducido por la doctrina de Benito Mussolini, en el período que va de la Primera a la Segunda Guerra mundiales. Algo similar sucedió con lo que el mismo Mussolini denominó “la tentación fascista”, en Bélgica, Finlandia, Noruega, Croacia, Polonia, Holanda y Hungría. Pero ningún otro país como Francia aportó tantos intelectuales brillantes como fue el caso de Céline, Robert Brasillach y Pierre Drieu, entre otros. Claro, como era de esperar, a todos ellos se les aplicó, la censura, el destierro y a muchos también el entierro. Es que para muchos críticos e historiadores es inconcebible que un mismo ser humano pueda poseer esta doble realidad que incluye el reconocimiento a su genialidad como escritor y su identidad “políticamente incorrecta”. Y por si fuera poco a esto se le agrega además su declarado anti judaísmo. Su talento literario es irrefutable. Y se caracteriza por una anárquica expresividad, una grafía aparentemente desquiciada, por no decir insoportable y verídicamente cruda y real, de un cinismo absoluto, un pesimismo radical y un nihilismo deslumbrante. Quienes políticamente lo admiraron, lo llamaron un “profeta de la decadencia europea”.
Céline fue voluntario en la Primera Guerra Mundial, de la que regresó con un 75 por ciento de su cuerpo mutilado. Al terminar el conflicto comienzó a estudiar medicina y egresó en 1924 con una tesis en la cual se refiere al médico e investigador húngaro Felipe Ignacio Semmelweis , quien luchó contra la fiebre puerperal hasta el último día de su vida. Recién recibido de médico, Céline se alista en la Marina e integró misiones de la Sociedad de Naciones (antecesora de la ONU) en África y Estados Unidos. Al regreso a Francia trabajó en una clínica estatal en Clichy, un suburbio al norte de París donde prácticamente atendía sólo a pobres. En 1940 se presentó nuevamente al ejército como voluntario pero fue rechazado por las secuelas de sus heridas anteriores.
Céline durante su vida, no se privó de nada. De nada que tuviera que ver con sus pensamientos, sus principios, creencias y palabras. Le escupió como pocos a la cara a esta sociedad mediocre e hipócrita, algo que sin duda nadie podrá recriminarle a este hombre que se enfrentó al mundo con el talento de su pluma. En su obra “Bagatelles pour un massacre”(1937) Céline afirma que “Francia es una colonia del poder internacional judío” y dice que le gustaría aliarse con Hitler de quien menciona que “sólo se ha referido a los judíos porque no le gustan los judíos. Tampoco a mí”. Luego agrega: “Digo con toda franqueza lo que pienso: preferiría tener una docena de Hitlers que un Blum omnipotente. Al menos a Hitler lo puedo entender”. León Blum (1972-1950) fue dirigente del Partido Socialista Francés y miembro de la cámara de representantes de 1919 a 1928 y desde 1929 hasta 1940. Integró el frente Popular, una coalición de partidos izquierdistas que obtuvo la mayoría en la cámara en 1936. Accedió al cargo de Primer ministro y adoptó una política de no intervención ante la explosiva situación europea pero, contradictoriamente, aumentó el presupuesto armamentista. A mediados de 1937 solicitó poderes extraordinarios pero le fueron denegados por el Senado y dimitió. En marzo de 1938 durante otra crisis de Gobierno se le solicitó que ocupara nuevamente el cargo de Primer ministro pero su cargo apenas duró un mes…
Céline en su obra “Les Beaux Draps” realizó una feroz crítica a la burguesía, impulsó medidas sociales, propuso un salario único. Recomendó nacionalizar los bancos, la producción minera, los ferrocarriles, las compañías de seguros y los grandes almacenes, así como la industria pesada en general. Su libro fue tan virulento que hasta el propio régimen colaboracionista de Vichy, pro nazi no lo toleró y prohibió su distribución. Paradójicamente en este caso, por su crítica a la burguesía fue la izquierda quien se inclinó a su lectura manifestando admiración por las afirmaciones que en esta obra vierte su autor. Después de la caída del régimen de Vichy, la Resistencia Francesa ofreció a través de su portavoz, Radio Londres una recompensa por su captura, vivo o muerto. Así es que en 1944 Céline debe retirarse de Francia. Hizo una escala en Alemania donde también sus libros están prohibidos. Entonces decidió buscar refugio en Dinamarca. El Consejo Nacional de Escritores divulgó una lista negra otorgada por la Resistencia Francesa en donde por supuesto figuraba su nombre, por lo que no le quedó más remedio que huir. Pero antes de que esto suceda, en septiembre de 1945, un juez le dictó orden de arresto por “traición a la patria”. Poco después, una denuncia anónima informaba a la embajada francesa de Copenhague que el fugitivo se encontraba en esa ciudad. En diciembre de ese mismo año fue encarcelado y permaneció durante 16 agónicos mese en una celda de la prisión de Vestre Faengsel. Entre otros vejámenes, sus carceleros lo mantuvieron sin calefacción en pleno invierno danés, sin dejar de recordar que Céline había quedado mutilado después de la Primera Guerra. Además estaba enfermo por lo que se agravaron sus dolencias; padecía de enteritis, pelagra y reumatismo. Céline salió finalmente de la cárcel el 24 de junio de 1947, sin cargos y con 40 kilos menos. El juicio al escritor se llevó a cabo en París, en ausencia del acusado y sin abogado defensor. Lo condenaron a un año de prisión. Pudo regresar a Francia recién en 1951. A seis años de terminada la guerra, toda su obra ha sido destruida.

Cerca del ocaso
Para aquel entonces, Céline decidió establecerse en su París natal junto a su mujer y decenas de gatos y perros, más precisamente en Meudon. En 1953 abrió un consultorio médico para personas sin recursos. Por día recibía al menos 7 u 8 cartas –tal como él mismo relató- con insultos y amenazas.
Su obra incluye los siguientes títulos: “Viaje al fin de la noche”(1932); “Muerte a crédito”(1936); “Mea Culpa”(1936); Bagatelles pour un massacre”(1937); “L’ecole des cadavres”(1938); “Les Beaux Draps”(1941); “Guignol’s Band”(1943) “Casse Pipe”(1949); “Ferie pour une autre fois”(1952); “De un castillo a otro”(1957) “Norte”(1960) y Rigodon”(publicada después de su muerte). Recién en 1953 la editorial Gallimard editó nuevamente sus libros. Sin embargo cuatro de sus obras continúan prohibidas a casi medio siglo de haber sido escritas: Bagatelles pour un massacre; L’ecole des cadavres; Les Beaux Draps y Mea Culpa. Y paradójicamente en Francia, país que siempre se ha preciado y reconocido a sí mismo como cuna del liberalismo, precursor de la moderna Democracia, practicante del lema Igualdad, Fraternidad y Solidaridad…
En el año 2002 se divulgaron sus Cartas de la cárcel. Son casi 200 mensajes originalmente escritos en el áspero papel de baño carcelario, recopilados por su biógrafo francois Gibault. En una de ellas, el escritor relató: “No sé de qué crímenes soy culpable. Pero esta incertidumbre puede durar me temo – años. (…) Es duro tener un mundo entero de odio contra uno”. Carlos Manzano, traductor de las cartas y de la mayoría de los libros de Céline en español mencionó: “Él sentía desprecio por los alemanes, nunca fue colaborador de los nazis. Siempre lo negó y nunca se pudo demostrar nada; después, cuando volvió a Francia se encerró y nunca quiso hablar con la prensa ni con nadie”. En mayo de 2002, el primer manuscrito de “Viaje al fondo de la noche” fue subastado en París por casi un millón 800 mil dólares. Durante casi 50 años se tejieron toda clase de conjeturas con respecto al destino de este primer manuscrito. Hubo quienes aseveraban que había sido recuperado y quemado por el mismo Céline; mientras que otros aseguraban que estaba oculto en Argentina, en mano de nazis refugiados. Céline falleció en Meudon, en 1961 a los 77 años. En algún momento de su vida escribió: “En este mundo vil, nada es gratuito. Todo se expía: el bien, como el mal, se paga tarde o temprano. El bien mucho más caro, lógicamente”.
Es que en el mundo de Céline todo está presente: el caos, el asesinato, el terror, la injusticia y la debilidad. Todos ellos juegan el Gran Juego, la gran partida. Un mundo en donde sólo pierden los débiles, para quienes no existe más opción que la muerte o la fuga. Y sin embargo Céline no huye, es el primer refractario a la mentira. Tampoco se apiada. Destruye el mundo con la única arma que tiene, y la única que supo manejar como pocos, la Palabra.

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