13/3/08

Los orígenes de las Pascuas

Informe y texto: Karina Donangelo

De acuerdo con la concepción cristiana, durante la Semana Santa se evoca la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es el momento más sobresaliente del calendario litúrgico.
Ahora bien, la pregunta es: ¿qué relación tienen los íconos de la Pascua que hoy conocemos, tales como los huevos, las roscas y los conejos, con esta celebración?, y ¿verdaderamente se otorga hoy el mismo sentido religioso a este acontecimiento, como en la antiguedad?
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha observado distintas festividades consideradas sagradas para muchos feligreses. Sin embargo, con frecuencia ocurre que lo sagrado se mezcla con lo profano, formando un sincretismo inédito de múltiples culturas.
Muchas observancias paganas fueron cambiando de fecha hasta coincidir finalmente con la celebración de la Pascua.
El verdadero origen se remonta al año 1513 aEC, cuando el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto, hacia la Tierra prometida. Se celebraba cada año como recordatorio de la liberación del pueblo hebreo. Y se la denominó Pésaj (que significa, “paso”), porque según su religión, ese día pasó un ángel por las casas de los egipcios matando a todos los primogénitos, incluyendo al hijo del Faraón, excepto a los judíos.
En la víspera del primer día, se comían hierbas amargas mojadas en vinagre, para recordar la tristeza de la servidumbre. Y se narraban en tono cadencioso las diez plagas de Egipto.
El cordero de Pascua era escogido por cada familia. Con el tiempo la ceremonia de inmolación fue llevada a cabo por la clase sacerdotal. El animal debía ser un macho cabrío, sano y de un año de edad. Se inmolaba al finalizar el día; y por la noche se comía con lechugas amargas. No se permitía romper sus huesos, ni dejar restos de carne. Por esta razón, los israelitas se reunían en grupos, para cumplir con las prescripciones ya pautadas.
Durante los siete días posteriores al 14 de Nisán (mes del calendario israelita, correspondiente a marzo-abril del calendario español), el pueblo hebreo sólo comía pan sin levadura (no fermentado), al que llamaban “ázimo” o “pan de aflicción”.
Por su parte, para los cristianos, la Pascua es la fiesta instruida en memoria de la resurrección de Cristo.
El registro bíblico dice que la noche anterior a su muerte, Jesús se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua judía. Posteriormente, instituyó lo que se conoce como la “Cena del Señor”, y dijo a sus apóstoles: “Sigan haciendo esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).
La Cena del Señor debía celebrarse una vez al año; con ella se conmemoraría la muerte de Cristo.
La Nueva Enciclopedia Británica explica que los primeros cristianos celebraban la Pascua del Señor, al mismo tiempo que los judíos, durante la noche de la primera luna llena pascual (del día 14 de Abib), del primer mes de primavera (14-15 de Nisán).
A mediados del siglo II, la mayoría de las iglesias había trasladado esta celebración, al domingo posterior a la festividad judía. Pero el Viernes Santo y el día de la Pascua Florida no empezaron a celebrarse como conmemoraciones separadas en Jerusalén, hasta finales del siglo IV. (Fuente: Seasonal Feast and Festivals).
Antiguamente, los clérigos eran los encargados de bendecir el cordero pascual, y luego lo repartían entre ellos. Más tarde, el cordero fue sustituido por pequeños pasteles de carne de cordero, que se distribuían a los feligreses, luego de la misa.
Otros registros históricos mencionan que los orígenes de la Pascua Florida (en inglés “Easter”) se remontan a la fiesta primaveral, en honor a la diosa teutónica de la luz y la primavera, conocida como Eastre (The Westminster Dictionary of the bible).
La primavera era una época sagrada para los adoradores fenicios del sexo. Los símbolos de la diosa de la fertilidad (“Astarté” o “Istar”, de donde deriva el nombre “Easter”) eran el huevo y la liebre. En algunas estatuas se la representaba con los órganos sexuales tóscamente exagerados, mientras que en otras aparece con un huevo en la mano y un conejo a su diestra.
La popularidad de esta deidad, se debió en parte a la amplia difusión que tuvo en la amplia difusión que tuvo en la antiguedad, la prostitución sagrada, como parte del culto.
En Cartago, se descubrieron urnas de colores brillantes, debajo de monumentos erigidos en honor a esta diosa, que contenían huesos carbonizados de niños y adolescentes.
Los padres de las víctimas (por lo general, personas de alto rango y con título) esperaban que los dioses bendijeran sus riquezas e influencia, mediante estos sacrificios humanos.
Según el libro Medieval Holidays and Festivals, “la celebración de la Pascua Florida recibió su nombre (Easter), en honor a Eoster, diosa germánica del alba y de la primavera”.
Cuenta la leyenda, que Eostre abrió las puertas de Walhalla, para recibir a Balder, conocido como el dios Blanco, debido a su pureza y también, como el Dios Sol, porque se creía que su frente suministraba luz a la humanidad.
Originalmente, estos ritos de la primavera fueron concebidos para “ahuyentar a los demonios del invierno”.
Son notables las similitudes de los ritos, incluso la semejanza léxica que tiene la palabra inglesa Easter (pascua Florida), apenas diferenciada del nombre de la diosa pagana de la antiguedad (The Two Babilons, de Alexander Hislop).
Fue así, como poco a poco, la tradición fusionó el significado cristiano con ceremonias paganas. Aquellos rituales, imposibles de desarraigar eran reasimilados bajo nuevas formas. El júbilo por el nacimiento del sol y por el despertar de la naturaleza se convirtió en el regocijo por el nacimiento del “sol de la justicia” y por la resurrección de Cristo.

Los símbolos pascuales

La introducción de celebraciones folklóricas en la liturgia cristiana, no dejan de asombrarnos.
Sin duda de todas las costumbres pascuales, la más popular es la de los huevos de Pascua.
Durante mucho tiempo estuvo prohibido comer en cuaresma, no sólo carne, sino también huevos. Por eso, el día de Pascua, la gente corría a bendecir grandes cantidades de ellos, para comerlos en familia y distribuirlos como regalo, a los vecinos y amigos, pasadas las celebraciones.
Durante la edad Media, en Semana Santa era común que los censos feudales se pagaran con huevos; y se estipulaba que el día de pago fuese el domingo de Pascua.
En Francia, por ejemplo, los estudiantes organizaban la “procesión de los Huevos”. Se reunían en parques y plazas públicas, y desde allí partían hacia la iglesia principal. Durante el trayecto golpeaban las puertas de las casas, para que cada familia les regalase huevos, que a posteriori serían bendecidos por un cura párroco.
En esa época renacía el espíritu festivo. De las iglesias colgaban cientos de banderas de vistosos colores. El cortejo iba precedido de tambores, trompetas y panderetas. Y cada joven llevaba colgado de su cuello un cesto de mimbre lleno de huevos.
Los más adinerados se hacían acompañar por jóvenes pajes, vestidos con telas multicolores de raso y seda. La mayor parte de la colecta se destinaba para los hospitales de leprosos, o para los indigentes.
El ayuno era obligatorio. Por esta razón, se adoptó la costumbre de cocer huevos y almacenarlos. Recién en la época del rey Luis XIV, se introdujo la idea de pintarlos, para después venderlos.
Entre los siglos XVII y XVIII, a la salida de la misa pascual se ofrecían al monarca, cestas cargadas de huevos dorados y decorados artísticamente.
En Hungría era común que el lunes de Pascua, los pretendientes acecharan desde el amanecer a las jóvenes de su aldea, para llevarlas junto a las fuentes. Jugueteaban con ellas, las tomaban desprevenidas, y les arrojaban en la cabeza, un enorme cubo de agua. No conformes con esto, los muchachos reclamaban a sus víctimas una retribución; asi que la joven elegida debía entregarle a su pretendiente un beso y un huevo de Pascua.
Ciertamente, esta costumbre estaba mucho más asociada con los festejos de la primavera, que con el verdadero significado cristiano de la Pascua.
En cuanto al sentido religioso, en la historia, el huevo ha sido un elemento muy importante, dentro de las cosmogonías más primitivas.
En la India, y en países de la región oriental, el huevo representó el gérmen primitivo, escondido en el agua.
En la cosmogonía védica, se cree que las aguas originales se elevaron y dieron origen a un huevo de oro, del cual salió el creador del mundo.
En Egipto, el simbolismo del huevo se asemejó al mito griego de la caja de Pandora. Se creía que el dios Osiris y su hermano, Tifón lucharon respectivamente e introdujeron todos los bienes y males del mundo en un huevo. Al romperse el mismo, todos los males se distribuyeron por el planeta.
También en Persia, como en Grecia y Roma era muy común pintar huevos y comerlos en las fiestas, en honor a la primavera.

El incendio de hogueras

Originalmente se realizaba durante la época de la Pascua. Pero con el tiempo, esta práctica fue prohibida por la iglesia, por considerarla una ceremonia pagana. Sin embargo, en Irlanda, San Patricio introdujo esta práctica, con el fin de sustituir la costumbre de los druidas, de encender hogueras en honor a la primavera, por el símbolo del fuego religioso y cristiano, en honor a cristo. Este rito llegó a ser tan popular, que los papas no tuvieron más remedio que incorporarlo a la liturgia de la iglesia occidental, hacia las postrimerías del siglo noveno. (The Easter Book. De Francis Weiser, S.J).

Tradiciones pascuales a través del mundo

La Pascua tiene distintas manifestaciones, en diversos lugares del planeta.
En Jerusalén (cuyo nombre significa “Doble procesión de Paz), la celebración comienza con una serie de procesiones. El Viernes Santo, miles de feligreses cristianos reconstruyen las últimas pisadas de Jesús.
Más tarde, los peregrinos visitan al Santo Sepulcro; la tumba donde, según la tradición, se colocó a cristo. Mujeres vestidas de negro ungen la piedra sepulcral con aceite, lloran sobre ella y la besan.
En la ciudad del Vaticano, el Papa celebra una misa especial. Para esta ocasión acude todo el cuerpo diplomático; centenares de cardenales, prelados, sacerdotes y monjas, además de miles de peregrinos, que llenan la Plaza de San Pedro.
Sin embargo, la Pascua no siempre es sinónimo de solemnidad, misa y peregrinación. Pues muchas de estas “nuevas formas” de celebración tiene raíces en costumbres autóctonas y también supersticiosas.
Para algunos filipinos, la Semana Santa –conocida como “Mahal na Araw”-, es una época para infligirse castigo. Pese a que esta práctica ha sido condenada por la iglesia, muchos, queriendo hacer expiación pública de sus pecados, siguen practicando la flagelación.
Algunas mujeres se dirigen a distintos santuarios y limpian las imágenes de Cristo con un pañuelo. Luego se aplican la prenda de vestir sobre el cuerpo, creyendo que de este modo, curarán alguna aflicción.
En ciertas regiones de Guatemala, los indios quichés eran arrodillados, ante mazorcas de maíz (alimento básico de este pueblo). Sucede que la celebración de estos ritos tradicionales, en honor a la fertilidad, coinciden con la Semana Santa. Su esperanza es que la Pascua les traiga una cosecha abundante.
En otros países, los agueros influyen notablemente en esta celebración.
Los finlandeses, en la noche anterior al inicio de la semana santa están a la caza de gnomos..., una criaturas parecidas a brujas, según el ideario del lugar, que cometen todo tipo de vandalismos, contra los ganados y las propiedades. Se cree que estos supuestos seres, son mujeres ancianas, que llevadas por la envidia, encuentran un malicioso placer causando infortunio a los vecinos más prósperos.

Pascua a la Argentina

En Argentina, todos los Jueves Santos, y a media mañana se celebra la misa crismal, en la Catedral Metropolitana. Allí se da comienzo al triduo pascual de la Semana Santa, que antecede al Domingo de Pascua.
Participan de esta celebración todos los sacerdotes de la Arquidiócesis de Buenos Aires; ocasión en la que el clero renueva las promesas sacerdotales, que realizó cuando fue ordenado.
Por la tarde se oficia la misa de la “Cena del Señor”, en la que se rememora la última Cena de Cristo, junto a sus doce apóstoles, y la institución de la Eucaristía.
Durante el oficio, el celebrante lava los pies de doce ancianos, como gestos de humildad.
En tanto que el Viernes Santo –día de ayuno y abstinencia-, un obispo vicario preside la celenbración que evoca la pasión y muerte de Cristo. Al finalizar la jornada, se realiza el Vía Crucis, en la Plaza de Mayo y se recorren los templos aledaños.
El sábado está dedicado al lamento por la muerte de jesús.
En tanto que el domingo se celebra la fiesta máxima de la cristiandad, pues la Pascua es el centro del año cristiano.
En la Provincia de La Rioja, por ejemplo, los feligreses peregrinan hacia el paraje Señor de la Peña, para evocar el sacrificio de jesús. Se reúnen en un gran peñasco de 15 metros de alto, ubicado en una zona desértica, llamada “Barreal de Arauco”, a 86 kilómetros de la capital riojana.
En la localidad jujeña de Tilcara, se efectúa la procesión por las calles del cristo Yacente. Y en cada una de las esquinas, se colocan las tradicionales ermitas, que evocan pasajes bíblicos.
Lo cierto es que poco a poco, se va perdiendo en todo el mundo, el “verdadero sentido religioso”, ya que la “Religión”, para nada se circunscribe a la religión judeo-cristiana, ni mucho menos...
Por otra parte, ya desde el inicio de la Cuaresma (los 40 días de preparación, previos al domingo de Pascua), un tiempo llamado al recato y a la penitencia, los obispos advierten la desnaturalización de esta conmemoración (muerte y resurrección de cristo), provocada por la continuidad de los festejos de Carnaval.
Y como si esto fuera poco, hoy la Semana Santa es para muchos, “sinónimo de vacaciones” o por lo menos mini-turismo...
Como quiera que sea, y pese a las distintas interpretaciones que tiene la celebración de la Pascua, este suceso continúa conmoviendo al mundo entero, creyentes y ateos. Porque más allá de lo sagrado o profano, la Pascua es además una maravillosa conjunción de ritos, cultura, creencias y leyendas, que forma parte del imaginario y de la realidad.

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