19/3/08

Está de moda ser un "Macho tierno"

Informe y texto: Karina Donangelo
Sí. Está de moda ser un “Macho tierno”. Guarda, a no confundir, que no es lo mismo que un “ternerito tiernizado”.

Las más conocidas revistas de moda, de salud y de terapias alternativas anuncian, como un gran acontecimiento que las mujeres prefieren a los hombres tiernos. ¡Cómo si nunca antes lo hubiesen sido!

Es que hasta hace unos años, el prototipo masculino que imperaba en los gustos femeninos era esa especie de mono rudo, sonrisa de dentífrico y unos bíceps bronceados y aceitados con quién sabe qué clase de sustancia oleaginosa. Se trataba de un tipo arrollador, competitivo, al que la vida le sonreía. Un adonis. Pero ¡claro!, ¿qué tenían que ver estos “muñecos”, que aparecían en las tapas de revista con un slip dos talles más chico, con la figura de padre de familia o esposo capaz? Si sólo parecía que sabían treparse a una moto o a una tabla de windsurf. Demasiado preocupados mirándose al espejo, perdiendo horas enteras en el gimnasio o tostándose al sol como un pollo al asador.

Pese a que estos modelos quisieron imponerse en el suelo argentino, todavía persisten los viejos estereotipos porteños. Nada de Arnold Schwarzenegger; Jan Claude Van Damme o Silvester Stallone. No mis queridos. Acá tenemos un macho autóctono. Que se reparte en distintas manadas.

Tanguero viejo nomás...

Está el típico tanguero, hoy un tanto “demodé”. Se trata de una clase de homínido que, además de vestir trajes elegantes, del año del Ñaupa, con olor a naftalina y peinado a la gomina hace alarde de una personalidad digna de diván de psiquiatra.

Una especie de esquizofrénico, con tendencias maníaco depresivas. Un tanto vicioso, ya que ahoga sus penas en alcohol o se entretiene con los burros. Pollerudo, porque ante cualquier problemita sale disparado para la “casita de los viejos”. Un Fulgencio. Inmaduro total. Con síndrome de subdesarrollo. Pero no por eso menos querible.

Es el tipo al que cualquier piola le afana la mina y el pobre gil no hace más que lamentarse, por inútil e infeliz.

Entonces, la culpa de todo la tienen las mujeres. Ese género maldito que provocó la caída del Paraíso, y ensartó a Adán con la Manzanita (“A los hombres se los conquista por el estómago decía mi abuelita”. Que se joroben por angurrientos, ¿quién los mandó comer de más?). Mujeres atorrantas, desagradecidas e interesadas. Aunque claro, la vieja, ah, figura emblemática, para el sexo masculino es otra cosa. Con la vieja no se metan. La vieja ya está beatificada. Y ellos en el fondo fueron engendrados por obra y gracia del espíritu santo...

Tipos "piola"

Con el correr del tiempo aparecieron los “tipos piolas”. Los psicodélicos tercermundistas con aspiraciones inglesas, ¡qué melange!. Y arremetieron con las patillas largas, anteojos de sol espejados, camisitas prensadas con los botones desabrochados, el pecho al descubierto y pantalones Oxford.

¡Qué le vamos a hacer, el género femenino los quiso así! Porque las chicas morían de amor por estos fulanos. Y cuanto más peludos, mejor. Morían por los de crines largas, aunque éstos se pasearan con mechas que más bien se parecían a la virulana.

Los“Psico-Bolches”

También estaban los “intelectuales” y no faltaban los “intelectualoides”. Una fauna típica, que se reunía en el Café Ramos de la Avenida Corrientes o en el Café La Paz. Los “Psico bolches”.

Entonces todos eran marxistas. Los más audaces, trotskistas. Todos los problemas, en aquel entonces, para estos sujetos se resolvían con un psicólogo. Freud o Lacan. La culpa de todos los males la tenían los padres, “conservetas”, “castradores” y “acomplejados”.

Después llegó el Oscurantismo. Nos cercenaron los sueños y las utopías con bastones largos y violencia militar. Esos sí que eran “machos recios”, de la peor calaña. Que se cagaban en todo y en todos, hasta en la madre que los parió.

Los hombrecitos grises


Con la llegada de la Democracia comenzaron a proliferar los “Hombrecitos grises” de la burocracia. Señores de pantalones grises, camisas blancas y corbatas coloradas. En su mayoría, empleados de oficina. Seres frustrados, con sus vidas quebradas y familias disgregadas.

Con pánico al compromiso, por temor a repetir los mismos fracasos. Entonces, fabricaron su microclima en la oficina o el café. La secretaria se convirtió en su desahogo y Silvita, Mónica o Graciela en la amante de turno, que no les cuestionaba nada. Pero, ¡si hasta le compraba caramelos a la nena o a Pablito!. Total, después de todo, las esposas estaban demasiado ocupadas averiguando por el televisor a color y cómo era eso del “Pague uno y lleve dos”. Y miles de señoritos dejaron de casarse “Vía México” y celebraron el divorcio. Mientras las señoras se arriesgaban con el atrevido jean elastizado y el “Cola–less”.

Tipos “Fashion”

Hasta que llegaron los 90’, y con ellos los Yuppies, los “Hombres ligth, que tomaban agua mineral, leche cultivada y comían tostaditas integrales y todo sin sal. Entonces despuntaron los solterones empedernidos; esos que hacen alarde de sus carreras: “Ejecutivo de Cuentas”; “Management”, con sus masters, doctorados y postgrados.
Los que prefirieron un “Loft” como lugar para vivir. O sea, un galpón, donde se desparraman los muebles por ahí. Ah!, y lo más importante: el equipo de música y la video grabadora con sistema de DVD y un televisor 98 pulgadas.
Se hicieron visibles los “Gurkas” de las Discos de moda. Esos gorilas que metían miedo y se parecían bastante a “Brutus”, el archi enemigo de Popeye. Aunque no por eso le hacían asco a la hierbas y otras sustancias...

También aparecieron los “tipos banana” que pasaban horas tomando cama solar, o cambiando el modelo de su teléfono celular. Y se paseaban desde el miércoles a la noche hasta el domingo de boliche en boliche, seduciendo desde lejos, clavándote la mirada desde un ángulo de la barra, acaso para levantar su autoestima, pero que después te cortaban el rostro y bailaban solo bajo el lema: “los chicos con los chicos”.
Lo más lamentable era ver cómo salían del boliche, haciendo ochos y nueves, con la mirada perdida de tanto alcohol. En ese estado, después de haberse tomado hasta el agua de los floreros ya no seducían ni a un mosquito....
También aparecieron los “hombres – máquinas”. Una especie de masa amorfa con cabeza y patas, que se prolonga por delante de una computadora. Un ente completamente opa. Receptáculo de grasas saturadas y bebidas cola. A esta gente, por llamarla de alguna manera se la puede recetear unas cuantas veces, pero en casi todos los casos les queda dañado el disco rígido y por más que tecleemos Enter, el mausse ya no les funciona y desgraciadamente se les cae el sistema...
“Hoy está de moda los Machos tiernos”. ¿Y quiénes son éstos? Acaso aquellos que, después de unos cuantos años comprendieron que las mujeres también tenemos agallas. Acaso aquellos que decidieron deshacerse de prejuicios y comprendieron que el amor y la ternura es lo único que nos salva, que nos hace libres.
Que las apariencias son efímeras y que más que hablar con la imagen o con actitudes o posturas se habla con el corazón y las cosas sencillas de la vida.
Se dice que son tiernos, porque realizan tareas domésticas y porque colaboran con la mujer en el hogar.
Se dice que son tiernos porque se animan a llorar y no disimulan sus sentimientos. Porque le cambian los pañales a un bebé o hacen las compras en el supermercado.
Pero lo cierto es que siempre ha habido hombres así. Y no se es más tierno por todo esto. Se es tierno por amar y dejarse amar con todo, pero con todo lo que uno es capaz de dar.
No sólo con los gestos, las apariencias o las acciones. No con lo material, sino cuando se empeña el alma y nos entregamos de lleno a lo intangible, a lo espiritual.
Esta es la ternura. Y este es el verdadero arte de amar.

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