19/8/11

Colonia, la Perla del Río de la Plata

Informe y texto: Karina Donangelo
Colonia Dorada

Colonia del Sacramento, en la República Oriental del Uruguay tiene el encanto de una ciudad detenida en el tiempo, donde se respira historia a cada paso. Sus callecitas empedradas y sus infaltables faroles tornan el paisaje romántico y colonial.
La antigua ciudad uruguaya es un clásico con historia. Visitar Colonia del Sacramento es sumergirse en un pasado tumultuoso y melancólico del Río de la Plata, de fines del siglo XVII. Las luchas entre Portugal y España, los combates por la independencia y la sangrienta intervención de piratas ingleses - en nombre de la corona inglesa - queda retratado en sus casas, sus monumentos y en sus calles angostas y empedradas.
Sucede que Colonia es una sucesión de postales, en las que aún hoy perduran, no sólo sus orígenes españoles, sino también portugueses.

Un poco de Historia…

La Nova Colônia do Santíssimo Sacramento fue el primer asentamiento europeo y la primera y más antigua ciudad en lo que hoy es territorio uruguayo realizado en el año 1680 por el Maestre de Campo Manuel de Lobo, del Reino de Portugal. La expansión lusitana provocó nuevos asentamientos por parte de los bandeiras paulistas, en la región de las misiones. Fue así como, con el apoyo de los comerciantes de Río de Janeiro, deseosos de consolidar sus negocios con la América española, a finales de 1679 la expedición de Manuel de Lobo, partía de Santos, alcanzando el Río de Plata en enero del siguiente año. Entre el 20 y el 28 ese mismo mes, las fuerzas portuguesas comenzaron el establecimiento de la Nova Colônia do Santíssimo Sacramento.
En este lugar y en aquella época se fue gestando el destino de uruguayos y argentinos, teñido por sucesivas luchas entre caudillos. El territorio formaba parte de la Gobernación del Río de la Plata y se hallaba al oeste de la línea fijada por el Tratado de Tordesillas, pero ante las imprecisiones del tratado y de los métodos de medición de la época, los portugueses consideraban que la línea debía extenderse hacia el oeste del meridiano fijado por los españoles y en ese sentido solían incluir toda la Banda Oriental dentro de su reclamación.
El asentamiento se ubicó frente a Buenos Aires, en el territorio oriental al Río Uruguay que pretendían la Gobernación del Río de la Plata (perteneciente a España) durante la gobernación de José de Garro, así como el Reino de Portugal. Además de la finalidad militar, el establecimiento en Colonia atendía a los intereses del sector mercantil de la burguesía portuguesa interesada en recuperar el acceso al intercambio con Buenos Aires, legalmente protegido por el privilegio “de asiento”. La supresión del monopolio portugués del suministro de esclavos africanos en 1640, cortó la posibilidad de envío a la América española de productos brasileños como el azúcar, el tabaco y el algodón y de productos manufacturados europeos a cambio de plata peruana. Además, había mucho interés en establecer un marco fronterizo, que sirviera de meta para alcanzar por tierra el Río de la Plata. Colonia se convirtió en un dinámico centro de contrabando de Inglaterra y Portugal.

Reacción Española

Enterado de la presencia portuguesa, el gobernador y capitán general del Río de la Plata, José de Garro, inició la movilización de tropas para desalojar a los portugueses. Pidió apoyo al virrey del Perú, convocó milicias locales, del Paraguay, del Tucumán e indígenas misioneros. Lobo pidió tropas de refuerzo para Colonia, pero la sumaca y el lanchón que las transportaban naufragaron en la boca del río de la Plata. El 7 de agosto de 1680 las fuerzas españolas asaltaron Colonia. La plaza fue renombrada por los españoles llamándola Fuerte del Rosario, Lobo, hecho prisionero, fue trasladado a Buenos Aires, en donde murió el 7 de enero de 1683.
Devolución de Colonia a Portugal
Las protestas portuguesas dieron como resultado la firma del Tratado Provisional de Lisboa del 7 de mayo de 1681, que dispuso la devolución de la plaza a Portugal, junto con la artillería, armas y pertrechos y la desaprobación de la corona de la acción llevada a cabo por Garro, quien sería sancionado. Se prohibía el comercio de la plaza con las colonias españolas circundantes y las reparaciones de las murallas sólo podían ser realizadas en tierra. La decisión final sobre la soberanía en el área sería hecha por una comisión mixta que debía reunirse en el término de dos meses y si no se llegaba a un acuerdo, se pediría al papa Inocencio XI que lo resuelva. El tratado fue ratificado por España el 25 de mayo de 1681 y por Portugal el 13 de junio del mismo año. Al no alcanzarse un acuerdo, la corona española envió un comisario a Roma, pero la portuguesa no lo hizo y el papa dejó pasar el plazo estipulado de un año. El 12 de febrero de 1683 Herrera y Sotomayor, hizo entrega de Colonia al gobernador de Río de Janeiro, maestre de campo Francisco Naper. La colonia fue refundada por los portugueses en febrero de 1683, rebautizándola Nova Colonia do Santísimo Sacramento, dándole más extensión y solidez. El 18 de junio de 1701 se firmó el Tratado de Lisboa que estipulaba que España cedería definitivamente a Portugal la Colonia del Sacramento, revocando el acuerdo hispano-portugués de 1681. Por el Tratado de Utrecht (1713) Colonia quedó en manos de Portugal. Bajo soberanía portuguesa la colonia se convirtió en un foco de contrabando portugués y británico hacia las posesiones españolas. El 22 de noviembre de 1723 el Maestre de Campo don Manuel de Freytas Fonseca (Portugal) fundó el fuerte de Montevidéu. El 22 de enero de 1724 los españoles de Buenos Aires desplazaron a los portugueses, de forma que en 1723 Felipe V encargó al gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala, la construcción y fortificación de Montevideo a fin de poder controlar el contrabando.

Recuperación española, portuguesa y oriental

El Tratado de Madrid de 1750, estipuló que España se quedara con la Colonia del Sacramento cediendo a cambio a Portugal las reducciones jesuíticas llamadas "Los Siete Pueblos de las Misiones" (en el actual Río Grande do Sul, Brasil). La entrada de España en la Guerra de los Siete Años (1762) interrumpió las conversaciones y Pedro de Cevallos ocupó de nuevo la colonia. No obstante, la guerra terminó con la firma del Tratado de París (1763), en el que se fijó el retorno de la disputada colonia a Portugal. Finalmente, en 1777, el mismo Cevallos, nombrado virrey del recientemente creado Virreinato del Río de la Plata, ocupó definitivamente Colonia, conquista que fue refrendada mediante el Tratado de Ildefonso, firmado ese mismo año, por el que la frontera hispano-portuguesa se fijaba en el río Negro, quedando España en poder de la mitad sur del actual Uruguay. Cevallos fundó con portugueses de las Islas Azores la ciudad de San Carlos en Maldonado. El 5 de marzo de 1807 los británicos liberaron Colonia del dominio español, fomentado la ideas independentistas (pacto Francisco Miranda - Pophan). Desde septiembre de 1807 José Gervasio Artigas ejerció internamente la comandancia de la ciudad. El 15 de febrero de 1811, Colonia adhirió a las ideas independentistas de Francisco Miranda propagadas por Popham y el diario la Estrella del Sur, para sumar a la revolución de Mayo. Finalmente, en 1813 Colonia pasó a formar parte de la Provincia Oriental.
Nuevo dominio portugués
En 1818, luego de 40 años, volvió a ser ocupada por Portugal luego de la Invasión Luso-Brasileña de 1816. El 2 de diciembre de 1828 quedó definitivamente bajo soberanía del Estado Oriental del Uruguay.

Pintorezca y soñada

Para conocer específicamente la configuración colonial bastará con cruzar la avenida General Flores, que junto con la calle Ituzaingó separa la parte antigua, de la parte moderna de la ciudad.
Las casas son, en su mayoría, de piedra con techos de tejas, pintadas de rosa o blanco, con ventanas grandes y enrejadas. Las habitaciones son amplias y tienen entramados de madera. Casi todas tienen típicos faroles a su entrada. Pese a que este aditamento conserva el aire colonial de la ciudad, paradójicamente es lo más nuevo que la misma posee.
En el centro de este rincón histórico encontramos la Plaza Mayor. Al levantar la vista aparece el faro, blanquísimo, como un Goliat parado detrás de las ruinas del Convento de San Francisco. A pocos metros de allí se puede apreciar la Iglesia Matriz, la más antigua del Uruguay, que surgió de un pobre rancho, allá por 1680. Los almacenes de ramos generales están pintados de colores llamativos y reagrupan todo tipo de utensilios artesanales, mucha hojalata, cobre y aluminio, candelabros y souvenirs del lugar. También se puede apreciar la casa del Virrey, o lo que queda de ella, es decir un conjunto de muros, arcos, piedra y pavimento. Por cierto, muchas son las conjeturas en torno al nombre de esta edificación, ya que insólitamente, en Colonia no había virrey.
Las seculares ruinas del Convento de San Francisco Javier corresponden a una de las más antiguas construcciones de esta ciudad. Entre otras edificaciones se destacan la Puerta de Campo, o "Puerta de la Ciudadela" ubicada frente a la actual Plaza de 1811, la misma fue inaugurada allá por el año 1745, período en el cual gobernaba el portugués Vasconcellos, quien fuera un gran impulsor de la construcción de toda la ciudad; el Museo Portugués; el Archivo Regional, que reúne abundante material documental de la Colonia desde su creación; el Museo Municipal y el Bastión del Carmen, antigua fortificación de la época. Por otra parte, merecen especial atención, aquellos pasajes o construcciones poblados de mitos y leyendas, como por ejemplo: La Calle de los Suspiros, angosta y pavimentada con piedras de cuña y arroyo central. Cuentan los lugareños que por allí pasaban los condenados a muerte, antes de ser fusilados junto a río. Otros comentan que esta calle era el lugar de encuentro para los frecuentadores de los prostíbulos que - según parece - llenaban la cuadra. Los más románticos adhieren a la versión de que una noche de luna llena fue apuñalado un poeta que iba a la casa de su amada. Ya adentrándonos en la modernidad, se puede disfrutar de un buen trago frente al puerto viejo de Colonia, situado en el casco histórico. Actualmente cuenta con un muelle de madera para atracar yates y una amplia escollera. A su lado extienden las instalaciones del Club de Yachting y Pesca.
Colonia del Sacramento fue declarada por la UNESCO, Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad, con lo cual, se determinó que su casco histórico - que abarca 20 manzanas - no puede modificarse ni admitir nuevas construcciones.
Actualmente, esta ciudad concentra unos 25 mil habitantes. Tiene un solo hospital público, 7 escuelas primarias y un liceo. Como signo de su riqueza y explotación turística reagrupa a 37 restaurantes, 22 hoteles, posadas y hospedajes. Sin olvidar que también aquí yace una rica región agropecuaria. Una franja de la población se dedica a trabajos derivados de la industria alimentaria y textil, cuyos productos se distribuyen al interior y exterior del país.
En fin, Colonia es sencillamente el puente que une el presente con el pasado; un hallazgo que no deja de asombrarnos y también, de enamorarnos.

Libro de leyendas

El fantasma del Matador

En el extremo opuesto al casco histórico, hacia el extremo occidental se ubica el complejo Real de San Carlos, donde la ciudad empieza a morir.
La silueta morisca de la Plaza de Toros, se alza como testigo muda de la euforia que provocaba la corrida inaugural, efectuada en enero de 1910. Corrida que sólo tendría dos años de vigencia, ya que el gobierno prohibió esta práctica por decreto. Para su inauguración la empresa propietaria de la plaza, contrató a dos de los mejores toreros de España, Ricardo Torres (llamado Bombita Grande) y su hermano menor Manuel (Bombita Chico) para que comenzaran con la fiesta taurina. En esa inauguración la plaza se vio colmada con alrededor de 10.000 espectadores, en total se efectuaron 8 corridas oficiales, habiendo algunas más, hasta ser prohibidas en 1912. Pese a todo, aún sobreviven las grandes ojivas de ésta construcción inspirada en una plaza sevillana. La Plaza de Toros - actualmente vedada al público por un alambrado que impide la entrada al esqueleto de hierro - es testimonio fiel de la "Fiesta Brava", donde miles de rioplatenses vibraban con los mejores toreros de España.

Un santo negro que hacía llover

El Hipódromo y la capilla de San Benito de Palermo (un santo negro) también forman parte del Complejo Real de San Carlos, originado en 1761, como campamento militar español, levantado por el gobernador Cevallos, quien posteriormente sería el primer virrey del Río de la Plata.
En aquel entonces, el rey de España era Carlos III, de allí el nombre de estas tierras. El único rastro del antiguo campamento es la capilla blanca del santo negro.
Cuenta la historia, que Benito era tan buen hijo de esclavos africanos, que se ganó la condición de "liberto" y se convirtió en el mejor habitante de la capilla. Muchas son las versiones que circulan en torno a la historia de Benito. Una de ellas afirma que el santo apareció flotando en la costa del río y fue llevado en procesión hasta la capilla. Esto estaría en concordancia con la creencia popular que asevera que San Benito tiene poder sobre el agua. Por eso, cada vez que hay sequía, los colonienses sacan de la capilla la imagen de madera y, curiosamente... ¡¡¡llueve!!!...























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