9/9/08

Informe y texto: Karina Donangelo
III FESTIVAL BECKETT DE BUENOS AIRES
ENTREVISTA AL ACTOR Y DIRECTOR PATRICIO OROZCO

Por tercera vez consecutiva, se realiza en Buenos Aires el Festival Beckett. Desde el domingo 7 de Septiembre, hasta el 28 en el Centro Cultural Borges (Viamonte, esq. San Martín) con una programación original y novedosa y la participación de compañías extranjeras. La propuesta se presenta los viernes, sábados y domingos a las 19.30 y 22.30. Y su programación incluye piezas como “...Si un día felíz...”, de Florencia Bignoli; “Final de Partida”, de Samuel Beckett; “Obra Inversa”; “Mirá lo que hay que escuchar”, del actor y director Patricio Orozco; Colectivo NDC + 13 Días, un grupo de intérpretes de danza y circo contemporáneo argentinos y españoles; “Trika Fopte”, del grupo “Vuelve en Julio”; “Happy Days”, de Samuel Beckett, intepretada por La Compañía de Londres; además de cortos de Samuel Beckett, que incluyen la interpretación del célebre Buster Keaton, como así también readaptaciones de actores argentinos.
La Brújula de la Cultura tuvo la oportunidad de conversar con el alma matter del Festival Beckett, el actor y director, Patricio Orozco, quien ha escrito una biografía del autor irlandés y nos deja entrever los perfiles menos conocidos de este brillante escritor.


P – ¿Qué expectativas tenías cuando comenzaste con el Festival Beckett?

R – Por un lado estábamos tranquilos y sabíamos que algo de prensa íbamos a tener porque se cumplían los cien años de su nacimiento. Había festivales por todo el mundo. Aparte estaba Miguel (Guerberof), que ya tenía una trayectoria de la puta madre. Trajimos gente de afuera. Metimos ocho, nueve obras. Yo dirigía a Duilio Marzio; él trajo a Carla Peterson, después se sumó Esmeralda Mitre; fuimos tapa del suplemento de espectáculos del diario La Nación. Pero la expectativa fue apuntar a los jóvenes, porque con los viejos sabíamos que eso de ver algo raro, con silencios..., por ahí no era lo que ellos esperaban ver. El año pasado, cuando falleció Miguel fue bravo. Y ahí cambiamos un poco y decidimos que el festival se hiciera todos los años, fue como redoblar la apuesta. Hacerlo todos los años pero distinto, cosa que la gente vaya rotando de teatro. La Carbonera nos dio una mano enorme. Después vinieron los gallegos con sus obras (la compañía española La Pajarita de Papel, de Madrid), se hizo el segundo y ahora estamos en el Borges con elencos muy jóvenes, salvo los músicos y los que vienen de Londres y eso es genial, encima que les guste Beckett.

P - ¿Vas a presentar cortos en el Festival?

R – Sí, con algunos poemas que yo tengo grabados de Duilio Marzio y María Comesaña, les voy a meter imágenes y ya está porque tampoco hay mucho presupuesto.
Yo estaba en Europa y conocí a los que estaban armando el Festival del 2006 en Irlanda. Pero tenía que regresar al país porque tenía mi trabajo y clientes acá. Así que cuando vine dije: “-Bueno, vamos a armar el Festival, ya que no puedo llevar a allá una obra mía...”-. Y como no había nada armado en donde yo pudiera participar, fui a ver a Guerberoff y ahí arrancó. Él estaba con el Beckett Teatro. Pero la idea inicial era que el festival se celebrara anualmente o por lo menos cada dos años. Y eso es difícil, porque Beckett no escribió tantas obras, llega un momento en el que te empezás a repetir. De hecho hay una obra, “Vaivén”, que se hizo los tres años. Después está eso de ver las distintas posibilidades que te ofrece una obra...

P- ¿Cuántas posibilidades puede ofrecer una obra de Beckett?

R - Y bueno, no muchas, por eso este año el objetivo fue extender a Beckett a diferentes disciplinas. Ver cómo, gente de la danza, del teatro, hacen su interpretación de “Esperando a Godot”, por ejemplo. O cómo, músicos incorporan textos de Beckett en sus canciones y cortos. En el fondo el objetivo siempre fue hacer llegar a Beckett a la mayor cantidad de personas. Porque hay ámbitos que no van a llegar a un texto de Beckett si no son muy teatreros, de la literatura o chicos que estudien cine. Lo que nos quedó pendiente para el año que viene es hacer un concurso de fotografía, o de diseño gráfico con un póster para el Festival pero tampoco llegamos con los tiempos. Y también porque el hecho de hacer un concurso implicaría que tendría que haber un ganador y nosotros dar un premio; y a mí no me gusta que la gente labure gratis.

P – ¿Qué te llevó a realizar todo esto con relación a Beckett, o con qué cosas te identificás con Beckett?

R – Uno conoce a los artistas cuando se sienta a leer sus obras. Creo que Beckett tiene una visión interesante que es muy cercana a los existencialistas. A mí siempre me llamó la atención eso; el absurdo de la existencia y de los problemas que se hacen las personas diariamente... Yo empecé a leer la obra de Beckett y así comencé a conocerlo. Fui a un taller de Javier DaulteDolte y Felisa Yenny y los tipos me dieron “Final de Partida”. Me acuerdo que el primer problema que tuve fue el tema de los tiempos y los silencios, porque hay momentos en que lo único que tenés que hacer es contar y nada más. Y como era algo nuevo me pareció muy interesante porque yo venia de la escuela de Agustín Alezzo; de seguir mucho el método, y de pronto encontrarte con un tipo como Beckett en donde a través de su obra te das cuenta de que sos un tipo que está parado ahí en una situación que no tenía ningún sentido y que lo único que había que hacer era tener un ritmo muy musical, eso me pareció que estaba bueno. Entonces empecé a leer, no tanto las obras de él como sí sus novelas. Y ahí hay personajes que son verdaderamente increíbles; mucho lúmpen que camina solo de noche...

P – Hay una anécdota famosa de aquella época de Beckett, cuando decide irse de Irlanda y recorre los bajos fondos de París. De regreso a su casa de madrugada con unos amigos, un proxeneta, cuyo nombre paradójicamente era Prudent, le ofreció sus servicios y después lo apuñaló. El arma le pasó rozando el corazón y se salvó de milagro. Parece que en la primera audiencia judicial que tuvieron, Beckett le preguntó a su atacante el motivo por el cual lo había apuñalado, y Prudent le confesó simplemente: “Je ne sais pas, Monsieur. Je m’excuse” (“No sé, señor, lo siento mucho”). Finalmente Beckett retiró los cargos porque dijo reconocer que en el fondo se trataba de una persona agradable...

(Risas)

P – Debe ser complicado, sobre todo en el ámbito teatral poder expresar los silencios, la angustia, la ausencia, la soledad, todas las cosas que hay en la obra de Beckett...

R - Sí, es difícil con los actores. Porque el actor, cuando lo dirigís tiende a actuar. Y en este caso, al tipo lo ponen ahí como un florero y tiene que esperar que pase el tiempo muchas veces haciendo nada de nada. Pero también acá en el país lo han vuelto muy solemne a Beckett. No le han encontrado todavía todo el humor que tiene adentro. Pasa mucho con Chéjov también. Vos lo vas a ver y una misma obra puede ser aburridísima o el mismo texto y la misma situación, muy entretenida.

P – ¿Eso depende del director?

R – Sí, yo creo que sí. Del estudio que tengan y la apertura mental. Acá hay muchos que en cierta manera se “apropiaron” de Beckett pero de una manera muy oscura. Son los supuestos “expertos en Beckett”, que sacan libros que nadie entiende. Que se encierran mucho en el meta recontra meta mensaje, y la obra se vuelve muy difícil de abordar. Eso me llama mucho la atención, porque teóricamente los tipos conocen la vida de Beckett y la obra... Y la realidad es que Beckett era un tipo normal, con voz de pito, que hablaba de tenis y de rugby porque le gustaba mucho. Y estaba ahí siempre chupando cerveza negra y jugando al ajedrez. Pero nunca se le subieron los humos, jamás. La guita que ganó con el premio Nóbel la regaló toda, era muy humilde. Fue también una apuesta en su vida, porque nunca laburó, como puede laburar cualquiera de nosotros. Dio clases en una Universidad. El padre tenía una empresa súper importante de construcción y le pasaba unos mangos mínimos y ahí estaba él, como si acá recibiera 800 pesos por mes y dos galletas. Pero después no tranzaba. Y todo el resto del tiempo lo dedicaba a escribir y a leer. Un tipo que se sabía de memoria la Divina Comedia, un cráneo que le gustaba mucho la soledad. A él le resultaba mucho más interesante lo que pasaba o la realidad que sucedía adentro de la cabeza que lo que sucedía afuera.

P – Bueno, Beckett trabajó mucho con los diálogos interiores y el fluir de la conciencia...

R – Digamos, para Beckett, la mente en un punto no puede distinguir que es lo real y lo que vos te imaginás. Y a él le resultaba mucho más interesante lo que él se imaginaba que lo que sucedía a su alrededor. Por eso era muy común verlo así en silencio o ir a una reunión con él y verlo por ahí 30 minutos sin hablar! Era como muy desconcertante.

P – Hace algunos años se publicó la correspondencia epistolar que intercambió Beckett con el director teatral norteamericano, Alan Schneider y allí en reiteradas oportunidades él se disculpaba con su amigo, porque reconocía que a veces no se le ocurría nada para decir. Y un relato de Schneider revela su grandeza: La anécdota es que cuando se estrenó por primera vez “Esperando a Godot”, en Miami, al menos un tercio del público se levantó a mitad de la obra y se dirigió a las ventanillas del teatro para exigir que se les devolviera el dinero de la entrada, porque lo anunciaban como una gran obra y fue un fiasco para el público norteamericano. Y Beckett lo llamó muy angustiado a su amigo pidiéndole disculpas y asegurándole que se haría cargo de las pérdidas que le había ocasionado el estreno de la obra.

P – Sí y bueno es la humildad de los grandes. Digamos, hay algo que es real y es que ninguno eligió estar adonde ahora está. Vos naciste y punto, después mas o menos te haces cargo. Pero tampoco vos participaste de la elección de todas las habilidades que ibas a tener. Naciste y es medio como una lotería. Y creo que los que tienen algo que los supera son concientes de ello. Como Mecí, vos lo ves jugar y es un pibe que tranquilamente podría estar atendiendo un bar. Pero el tipo toca la pelota cono el pie y se acabó. Y vos podes decirle genio y el tipo te va a decir “-y sí bueno, me sale-“. No se hacen cargo, Y eso es lo que tenía Beckett. Cuando hace el cambio de idioma, en parte es un poco por eso. Porque el tipo era tan bocho y tenía tanta información en la cabeza de todo lo que leía, que cuando escribía ya no podía discriminar si estaba citando frases de los autores que recordaba o si realmente estaba creando.

P – Hay quienes señalan tres periodos en la vida y obra de Beckett y mencionan el intermedio como el más rico. En donde escribió sus obras más famosas, como “Final de Partida” y “Esperando a Godot”. Pero, Beckett mencionó que fue partir de su obra “La última cinta” cuando él tiene una revelación en la casa de su madre a través de la cual comprendió cuál debía ser la dirección literaria a tomar. Y a partir de ahí llegó a la conclusión de que, a diferencia de Joyce, que se desvelaba por la búsqueda del mayor conocimiento, él tenía que lograr lo contrario. Reconoce que el silencio era su mejor aliado, que debía romper con las estructuras y emanciparse del conocimiento a través del empobrecimiento de la palabra, la síntesis y lo esencial. De hecho sus últimas obras son muy breves.

R – Sí, esas son precisamente las obras que nosotros incluimos en el Festival, porque son muy visuales, y pueden captar más la atención de los jóvenes. Mirá, lo que Beckett pasó en la Guerra fue muy interesante, porque él participó en la Resistencia Francesa, en un grupo que se llamaba Gloria y tenía amigos con los que iba a caminar muchos por las noches. Y el rol que cumplió ahí, fue el de recopilar toda la información que había en París y escribirla en una sola carilla, lo más sintético posible, y eso después con la ayuda de un amigo lo mandaban a Inglaterra. Transcurre todo un periplo en donde el sigue viajando y finalmente escribe “Watt”. A partir de ahí, todas sus obras y novelas son líneas puras, con estilo telegráfico. Después viene Godot y se enrosca con la religión. Pero fue un poco de casualidad qué le terminó cerrando esa manera de escribir. Hay una obra, “Breath” que dura 35 segundos. Esa la hice, se ve una bolsa de basura, se escucha el llanto de un bebé, el suspiro de una mujer y se apaga todo. Y la traducción sería “Y bueno, nacés, te morís y mientras tanto todo es una mierda”, una cosa así. Y ahora estoy haciendo “Play”, que teóricamente son tres cabezas que asoman de cestos de basura o urnas. Lo que hice fue poner a once actores en el escenario, en donde las cabezas solamente se iluminan, pero que en vez de decir el texto de “Play” te cuentan la historia argentina.

P – Pese a lo que muchos dicen que la mirada de Beckett es muy nihilista y pesimista, se puede observar, sin embargo en casi todas sus obras, que los personajes luchan irremediablemente por alcanzar un objetivo definido o por lo menos mantener su existencia hasta con un dejo de esperanza si se quiere...

R – Habría que ver cuánta gente leyó a Beckett porque muchos hablan de lo que otros cuentan. Pero si te ponés a leer las novelas te vas a dar cuenta que tenía mucho humor, muchos chistes, incluso jodas internas con sus amigos, que tampoco le interesaba que otros entendieran. Y la característica que tiene es la de un “pesimismo activo”. El tipo tiene frases como: -“Fracasá. Fracasá de nuevo. Fracasá mejor”-. O como comienza “El Innombrable” en donde el personaje dice: -“No puedo seguir; estoy hecho mierda. Tengo que seguir”-. Todos están como en las diez de última, pero tienen una energía que los hace otra vez volver a apostar, al ver que hay una luz al final. Y yo creo que es parecido a lo que nos sucede acá. Como que estamos rodeados de ese micro clima en donde estamos todos puteando, diciendo está todo mal. Pero en cuanto asoma algo, enseguida pensamos, bueno, capaz salimos del pozo.

P – ¿Crees que Beckett se burlaba de la sociedad o que buscaba provocar?

R – Mirá lo que yo rescato es que hizo la de él. Cuando tuvo que poner en escena una boca que ilumina el escenario a dos metros de altura y nada más, lo hizo. Y si no iba nadie, no iba nadie. El tipo escribía y por un lado, estaba tranquilo porque recibía unos mangos, pero si no le publicaban una obra, bueno, no se lo publicaban. La única que hizo algo para que le publiquen las obras fue la mujer. Fue ella la que se movió, la que insistió en las editoriales y consiguió que uno –que es un tipo que voy a ir a ver en enero, John Calder- le publique finalmente cincuenta ejemplares de una novela y ahí arrancó. Hay una biografía de él que se llama “Condenado a la fama” y habla un poco de eso. Porque no sé si al tipo le gustaba tanto provocar. Cuando tenés una idea que te ocupa la cabeza, hasta que no la haces no te quedas tranquilo. Y no importa si es buena o mala. No pasa por ahí, sino por hacer esa cosa que estas pensando y punto. Y después los demás juzgarán. Yo creo que se habló mucho de Beckett; de hecho la mayoría de los festivales del 2006 fueron “bueno sentémonos a charlar de Beckett” y eso fue justamente lo que no quisimos hacer con Miguel. Lo mejor creo que es poner sus obras; que cada uno lo vea y saque sus propias conclusiones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

what happened to the other one?