25/8/08

Informe y texto: Karina Donangelo

LA ILÍADA Y LA GRECIA ARCAICA

“Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y aves –cumplíase la voluntad de Zeus”.

Durante casi tres mil años estos versos han anunciado el inicio de la Ilíada de Homero. El argumento del poema épico consiste en los acontecimientos de un período de apenas dos semanas del último año de la famosa Guerra de Troya, librada entre los griegos y los troyanos por Helena, la esposa fugitiva del rey de Esparta. El dramático enfrentamiento de los versos iniciales entre Aquiles, el mejor de todos los guerreros griegos reunidos en Troya y su poderoso aunque a menudo inepto comandante Agamenón, desencadena la epopeya: en un arrebato de cólera, Aquiles decide retirarse de la guerra con desastrosos resultados para sus compañeros griegos. Sólo cuando su amado compañero Patroclo es muerto por el príncipe troyano Héctor, regresa Aquiles a la batalla, consumido por el deseo de venganza. Tal deseo es satisfecho con la brutal muerte de Héctor y el poema termina con los funerales del valeroso y predestinado troyano.
En otro plano, la Ilíada explora las limitaciones humanas, las relaciones de los individuos con sus dioses y su comunidad, el honor, la guerra, la mortalidad.... y la muerte.
Para los griegos de la Antigüedad, la Ilíada relataba sucesos de su propio pasado: consideraban que la Guerra de Troya era un hecho histórico. Pero la Ilíada no es una “historia verdadera” ni ofrece una descripción realista de la vida en la Grecia de la Edad de Bronce, entre los años 1600 y 1100 antes de nuestra era.
En realidad la Ilíada no fue escrita en ese período, conocido por los historiadores como la época micénica; más bien es el resultado de una tradición poética oral que se extiende a lo largo de 500 años. Entre el siglo XIII de nuestra era, ápice de la era micénica y la época de Homero en el siglo VIII antes de nuestra era, se extienden cinco siglos durante los cuales varias generaciones de excelentes poetas desconocidos se fueron transmitiendo el poema épico en gestación y añadieron algo de su propio genio.
En cierto sentido, la Ilíada es un relato de dos ciudades: Troya, o la “Ilion ventosa”, la rica ciudad asiática que dominaba los Dardanelos, y la “Micena del oro abundante”, la ciudad que llevó la invasión griega unida a través del mar Egeo hasta las puertas de Troya. Durante siglos, se creyó que la riqueza de esas ciudades legendarias sólo era producto de la imaginación; pero entre 1870 y 1890, Heinrich Schliemann, un hombre de negocios alemán ambicioso e inflexible puso las ciudades “perdidas” en el mapa. Dio a conocer las ruinas de Troya... y después descubrió el oro de Micenas.
En la Ilíada, el rey de Micenas, Agamenón, era comandante en jefe de las fuerzas griegas, por haber heredado de Atreo, su padre, la riqueza y el poder de Micenas. La Micenas histórica dominaba la Argólida, la importante y rica región del noreste del Peloponeso que, a su vez controlaba una gran parte del comercio del Egeo. Los arqueólogos descubrieron casi una docena de importantes centros micénicos, además de la propia Micenas, asi como cientos de asentamientos y tumbas, todos parte de una misma cultura. Midea, Tirinto “amurallada”, Pilos “sagrada”, Argos “sedienta”, Orcómeno “en ovejas abundante”....Nombres de muchos centros que eran conocidos para la Ilíada.
Los micenos eran descendientes de hablantes del griego que aparecieron en la Grecia continental alrededor del 1900 a.C y con el tiempo consolidaron sus diminutos dominios en sociedades que evolucionaban en torno a un palacio central. Los objetos de oro que descubrió Schliemann en las tumbas demostraron que, ya en el siglo XVI a.C, la clase gobernante de los micenos había amasado un tesoro de gran riqueza que podía derrochar. Micenas estaba estratégicamente situada para dominar tanto el mar como el interior, y por lo tanto, el comercio de esa rica región. Los mercados extranjeros que se extendían desde el Mediterráneo occidental hasta Egipto buscaban las mercancías micénicas, en especial la cerámica, pintada con imágenes en distintivos rojos y negros brillantes. Por toda la Argólida, una red de caminos y puentes, cuidadosamente nivelados para los carros y cuadrigas, enlazaba el palacio con otros centros importantes, que a su vez estaban fortificados con murallas monumentales para defenderse de los invasores.
Mientras que Micenas estaba erizada de fortificaciones, Pilos se encontraba completamente al descubierto, sin murallas defensivas, en un risco que miraba hacia la llanura abajo y al distante mar Jónico.
En Pilos, en 1939, Carl Blegen, arqueólogo estadounidense, hizo uno de los más importantes descubrimientos de la arqueología de la Edad de Bronce: la primera de unas 1.200 tabletas inscritas en una misteriosa letra llamada B Lineal. Durantes años, el lenguaje de la B Lineal desconcertó a los especialistas y permaneció sin descifrar; entonces, en 1952, Michael Ventris, un joven arquitecto inglés, anunció que había descifrado el código de las tabletas y que su lenguaje era griego: un griego anticuado y burdo, en realidad. Antes de eso, nadie había sabido qué lengua hablaban los micenos.
Las expectativas en cuanto a lo que revelarían las tabletas fueron muchas; ¿trozos de poesía épica quizás escritos en el hexámetro distintivo de la Ilíada? No, las tabletas contenían en realidad listas de inventario: medidas cuadradas de aceitunas, ruedas de carro, trípodes, ovejas, caballo, bueyes, trigo, cebada, especias, parcelas cultivadas y tributos recaudados.
Las tabletas representan una especie de imágen congelada del estado de cosas del palacio en su último año, quizás incluso sus últimos “meses”. Otras tabletas, encontradas en otros sitios confirmaron que los inventarios en B Lineal eran característicos de los complejos sistemas de comercio, industria y tributarios de las economías palaciegas micénicas. Cada una de las regiones sujetas a Pilos pagaba tributos al palacio en forma de bienes, como pieles de buey, cerdos engordados y textiles de lana y lino.
Según una versión de la tradición griega, los troyanos eran descendientes del héroe Tros, quien llegó de Creta en busca de un lugar donde establecerse; no obstante, los troyanos históricos pudieron haber sido luvianos, un pueblo de Anatolia que se hizo vasallo de los hititas. Entre los objetos encontrados, los huesos de animales muestran que los troyanos tenían ovejas, reses, cerdos y caballos, mientras que las semillas carbonizadas indican que cultivaban la cebada en valles pantanosos. La ciudad tenía una próspera industria de la lana y comerciaba con toda el Asia Central, de la que recibía caballos de las estepas de más allá del mar Negro y estaño del actual Afganistán. Troya pudo o no haber tenido una guerra con Micenas, pero con toda seguridad había contactos comerciales entre los dos pueblos: la cerámica micénica encontrada en Troya es muy antigua, del año 1500 antes de nuestra era.
La Ilíada se refiere a las “bien construidas murallas de Troya”, como las que encontró Schliemann en la ciudadela misma. Esas murallas-y el daño que se les hizo-han proporcionado a los arqueólogos la clave más confiable de la suerte de la ciudad. Las grietas y las huellas de fuego indican que un terremoto destruyó la primera candidata homérica, Troya VI, alrededor del 1250 antes de nuestra era. Poco tiempo después, la misma gente que huyó del terremoto regresó para reparar la ciudad y creó un segundo asentamiento, Troya VIIa. Los restos de casas pequeñas y estrechas indican que, unos 70 años más tarde, un violento incendio destruyó ese asentamiento. ¿Fue esa la Troya debilitada por un terremoto que los griegos invasores finalmente saquearon? ¿habían atacado los griegos, pero no destruido, Troya VI poco después de un desastre natural?, o ¿no tuvo la caída de Troya ninguna relación con la leyenda homérica?
En la encrucijada del comercio entre Oriente y occidente, Europa y Asia, Troya pudo haberse enriquecido gracias a los tributos; y haber sido una espina clavada al costado de los comerciantes emprendedores, como los micenos.
“Tal vez Troya no se haya visto involucrada en una “Guerra”, pero sí se haya visto envuelta en varias refriegas comerciales.
En cuanto a la caída de la, en apariencia floreciente civilización micénica, sigue siendo uno de los más desconcertantes misterios de la historia de la Edad de Bronce. Pilos, Micenas, Tirinto, Midea, casi todas las grandes casas reales cayeron en algún momento en torno al año 1200 antes de nuestra era. Algunos especialistas atribuyen la causa a los desastres naturales, entre ellos un terremoto como el que destruyó Troya VI, o a un cambio climático. Otra teoría dice que la economía micénica, muy centralizada y burocrática, se extendió demasiado y cayó bajo su propio peso. La caída de los palacios micénicos ocurrió aproximadamente al mismo tiempo que la de numerosas ciudades del Egeo y del Mediterráneo oriental, y aunque no existen indicios arqueológicos de una invasión extranjera, un cambio revolucionario en las tácticas de combate pudo haber dado a los invasores bárbaros una nueva ventaja. La mayoría de los especialistas sugiere que fue una decadencia prolongada, un lento descenso de la población.
La caída del mundo micénico marcó el inicio de varios siglos conocidos tradicionalmente como la edad oscura de Grecia, un período de poblaciones en disminución, pobreza y decadencia cultural. Se perdieron todas las artes altamente desarrolladas de la civilización palaciega: la arquitectura monumental, la pintura, la metalurgia, así como la cultura en general; no obstante, ese período legó al mundo la Ilíada y la Odisea. Fueron los poetas desconocidos de la edad oscura, distantes varios siglos de los sucesos que describían, quienes alimentaron el gran poema épico.
El final del siglo VIII antes de nuestra era muestra un paisaje humano completamente nuevo: por todas partes, las poblaciones se habían recuperado y los asentamientos aislados habían dado paso a pequeñas ciudades-Estado. Quizá la caracterización de Aquiles, el héroe de espíritu independiente, y el interés de la Ilíada en los diferentes tipos de jefatura reflejan un cambio político relacionado con ello. El comercio había revivido y la colonización en el extranjero floreció.
La Ilíada no termina con la victoria de Aquiles sobre Héctor, el amante esposo y buen ciudadano que fue su enemigo. Trascendiendo ese triunfo transitorio, el poema épico cumple con un propósito superior; y al final se ve a Aquiles llorando por la muerte de su compañero, por su anciano padre que pronto morirá, por Príamo, el padre de su enemigo y por sí mismo... Lo que demuestra al lector que esta obra, más que caracterizarse por ser sólo un poema épico es también y por sobretodo el reflejo del modo de ser, de la manera de pensar del griego a través de los años en su esencia más completa…

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