Informe y texto: Karina Donangelo
LA ALEMANIA TELURICA
Todo esto puede servir para explicar un gran número de hechos terribles, de manera más realista, que la de los historiadores convencionales y dogmáticos, empeñados en ver únicamente detrás de tantos actos crueles y delirantes, la megalomanía de un sifilítico, el sadismo de un puñado de neuróticos, la obediencia servil de una multitud de cobardes.
Un día de otoño de 1923 muere en Munich un poeta, dramaturgo, periodista y bohemio enigmático, que se hacía llamar Dietrich Eckardt. Las voces del más allá ya le habían confirmado su muerte. Iba a morir, pero la Sociedad Thule perduraría y cambiaría el destino del mundo.
En 1920, Dietrich Eckardt y otro miembro de la Sociedad Thule, el arquitecto Alfred Rosenberg conocen a Adolf Hitler. La primera vez que oyen hablar de este hombre es en la casa del Músico Richard Wagner. Durante los tres años siguientes escoltarían al “cabo bohemio” y dirigirían gran parte de sus pensamientos y de sus actos.
En julio de 1923, el maestro Eckardt pasará a ser uno de los siete miembros fundadores del Partido Nacionalsocialista (siete: el número sagrado).
ORIGEN Y LEYENDA DE THULE
La leyenda de Thule se remonta e los orígenes mismos del germanismo. Se trata de una isla desaparecida en algún lugar del extremo Norte, ¿Groenlandia?, ¿Labrador? Como la Atlántida, Thule habría sido el centro mágico de una civilización extinguida.
Según Eckardt y otros estudiosos del tema, a pesar de su desaparición, no se habrían perdido todos los secretos de Thule. Unos seres intermediarios entre el hombre y las “inteligencias de Fuera” tendrían a disposición de los iniciados, un depósito de fuerzas donde abastecerse para devolver a Alemania el imperio del mundo, para hacer de este país el imperio del mundo, la nación anunciadora de la superhumanidad venidera, de la transmutación de la especie humana.
“Thule” muy pronto se convertirá, bajo otras influencias y con otros personajes, en un instrumento mucho más extraño; un instrumento capáz de cambiar la naturaleza misma de la realidad.
Al parecer, es Karl Haushoffer quien da al grupo “Thule” su verdadero carácter de sociedad secreta de iniciados en contacto con lo invisible, y que ha de convertirse en el centro mágico del nazismo.
Rudolf Hess, ayudante de Haushoffer y único superviviente del grupo “Thule”, declaró formalmente que Haushoffer era el mago, el amo oculto.
Haushoffer nació en 1869. Pasó largas temporadas en la India y en el Extremo Oriente; fue enviado al Japón y aprendió su lengua. Según él, el orígen del pueblo alemán se hallaba en el Asia Central, y la raza indogermánica aseguraba la permanencia, la grandeza y la nobleza del mundo. Se dice que Haushoffer fue iniciado precisamente en el Japón en una de las más grandes sociedades secretas budistas, y se obligó, si fracasaba su misión a cumplir el suicidio ceremonial, es decir el Harakiri.
En 1914, Haushoffer, joven general llamaba la atención por su extraordinaria facultad de predecir acontecimientos. ¿Tendría Hitler este mismo don de clarividencia, o le serían comunicados por el mismo Haushoffer?. Adolf Hitler había predicho con asombrosa exactitud la fecha de la entrada de sus tropas en París , la fecha de la llegada a Burdeos de los primeros que rompieron el bloqueo.
Después de la Gran Guerra, Haushoffer reanuda sus estudios y parece orientarse exclusivamente hacia la geografía política, funda una revista de geopolítica y publica numerosas obras. Lo más curioso es que estas obras parecen fundarse en un realismo político estrechamente materialista.
El geopolítico se superpone a otro personaje, discípulo de Schopenahuer, inclinado al budismo, admirador de Ignacio de Loyola, espíritu místico en busca de realidades ocultas, hombre de gran cultura y gran psiquismo. Parece natural que fuese Haushoffer quien eligiese la Cruz Gamada como emblema del nazismo.
Rudolf von Sebottendorf fue otro de los fundadores de la Sociedad Thule, en la que coincidieron los principales dignatarios del nazismo.
Iniciado en Turquía, en el seno de la cofradía musulmana de los bektashi, Sebottendorf escribió un opúsculo Die Praxis der atten turkischen freimaurerei (“La práctica operativa de la antigua francmasonería turca”), en el que ponía la búsqueda de la piedra filosofal en paralelo con la exégesis esotérica de las 29 letras aisladas que se encuentran en las suras del Corán
Se cree que el juramento que une a los siete fundadores de Thule y el rito al que se entregan para obtener energía, confianza y clarividencia tiene su orígen en una leyenda tibetana. Según ella, hace treinta o cuarenta siglos existía en la región del Gobi, una importante civilización. Después de una catástrofe sin precedentes, tal vez atómica, el Gobi quedó convertido en un desierto, y los supervivientes emigraron, unos hacia el extremo norte de Europa y otros hacia el Cáucaso. El dios Thor, de las leyendas nórdicas, sería uno de los grandes héroes destacados de aquella migración.
Los iniciados del grupo Thule estaban persuadidos de que estos emigrados del Gobi constituían la raza fundamental de la Humanidad; el tronco ario. Haushoffer predicaba la necesidad del “retorno a las fuentes”, es decir, la necesidad de conquistar toda la Europa Oriental, el Turkestán, el Pamir, el Gobi y el Tibet. Estos países constituían, a sus ojos, la “región-corazón”, y los que los dominan , dominarían el mundo.
Según la leyenda, y tal como lo explica posteriormente René Guenón, en su obra “El rey del mundo”, después del cataclismo del Gobi, los maestros de la alta civilización, los detentadores del conocimiento, los hijos de las Inteligencias de Fuera, se instalaron en un inmenso sistema de cavernas, bajo el Himalaya. En el corazón de estas cavernas dividieron el mundo en dos partes: el “camino de la derecha” y el “camino de la izquierda”. El primer camino tendría su centro en Agarthi, lugar de contemplación, ciudad oculta del bien, templo de la no-participación en el mundo. El segundo, pasaría por Schamballah, ciudad de la violencia y del poder, cuyas fuerzas gobiernan a los elementos y a las masas humanas y apresura la llegada de la Humanidad al “gozne de los tiempos” . Los magos conductores de pueblos podrían celebrar un pacto con Schamballah, por medio de juramentos y sacrificios.
Lo cierto es que, curiosamente en 1926 se intalaba en Berlín y en Munich una pequeña colonia hindú y tibetana.
Cuando los rusos entraron en Berlín, encontraron entre los cuerpos caídos en combate, los cadáveres de un millar de voluntarios de la muerte con uniforme alemán, sin documentos ni insignias, de raza himalaya. En cuanto al movimiento empezó a disponer de grandes medios económicos, organizó múltiples expediciones al Tibet, que se sucedieron prácticamente sin interrupción hasta 1943.
LA TEOSOFIA EN LA SOCIEDAD THULE
El grupo Thule estuvo estrechamente relacionada además con la “Sociedad Teosófica”, poderosa y muy bien organizada.
La teosofía añadía a la magia neopagana un aparato oriental y una terminología hindú. O mejor dicho, abría a un cierto Oriente luciferino, las rutas de Occidente.
Bajo el nombre de Teosofismo, se acabó por comprender todo el vasto movimiento del renacimiento mágico que trastornó no pocas inteligencias, a comienzos de siglo. La ideología en la que creían los miembros de este grupo hermético era que existe una posibilidad de alianza con el “Dueño del Mundo”, con el “Rey del Miedo”, que reina en una ciudad oculta, en algún lugar de oriente. Los que celebraran el pacto serían los “embajadores” de ese ser superior en la Tierra y capaces de torcer el destino de la Humanidad su antojo. Reconocían que el camino que recorrían era el del “desarrollo de las posibilidades ocultas del hombre”. Como reconocía Gurdjieff: “Se trataba ni más ni menos que de un camino contra la Naturaleza y contra Dios”; lo que dicho sea de paso implicaba un desprecio absoluto e implícito de la Humanidad corriente.
La leyenda de Thule se remonta e los orígenes mismos del germanismo. Se trata de una isla desaparecida en algún lugar del extremo Norte, ¿Groenlandia?, ¿Labrador? Como la Atlántida, Thule habría sido el centro mágico de una civilización extinguida.
Según Eckardt y otros estudiosos del tema, a pesar de su desaparición, no se habrían perdido todos los secretos de Thule. Unos seres intermediarios entre el hombre y las “inteligencias de Fuera” tendrían a disposición de los iniciados, un depósito de fuerzas donde abastecerse para devolver a Alemania el imperio del mundo, para hacer de este país el imperio del mundo, la nación anunciadora de la superhumanidad venidera, de la transmutación de la especie humana.
“Thule” muy pronto se convertirá, bajo otras influencias y con otros personajes, en un instrumento mucho más extraño; un instrumento capáz de cambiar la naturaleza misma de la realidad.
Al parecer, es Karl Haushoffer quien da al grupo “Thule” su verdadero carácter de sociedad secreta de iniciados en contacto con lo invisible, y que ha de convertirse en el centro mágico del nazismo.
Rudolf Hess, ayudante de Haushoffer y único superviviente del grupo “Thule”, declaró formalmente que Haushoffer era el mago, el amo oculto.
Haushoffer nació en 1869. Pasó largas temporadas en la India y en el Extremo Oriente; fue enviado al Japón y aprendió su lengua. Según él, el orígen del pueblo alemán se hallaba en el Asia Central, y la raza indogermánica aseguraba la permanencia, la grandeza y la nobleza del mundo. Se dice que Haushoffer fue iniciado precisamente en el Japón en una de las más grandes sociedades secretas budistas, y se obligó, si fracasaba su misión a cumplir el suicidio ceremonial, es decir el Harakiri.
En 1914, Haushoffer, joven general llamaba la atención por su extraordinaria facultad de predecir acontecimientos. ¿Tendría Hitler este mismo don de clarividencia, o le serían comunicados por el mismo Haushoffer?. Adolf Hitler había predicho con asombrosa exactitud la fecha de la entrada de sus tropas en París , la fecha de la llegada a Burdeos de los primeros que rompieron el bloqueo.
Después de la Gran Guerra, Haushoffer reanuda sus estudios y parece orientarse exclusivamente hacia la geografía política, funda una revista de geopolítica y publica numerosas obras. Lo más curioso es que estas obras parecen fundarse en un realismo político estrechamente materialista.
El geopolítico se superpone a otro personaje, discípulo de Schopenahuer, inclinado al budismo, admirador de Ignacio de Loyola, espíritu místico en busca de realidades ocultas, hombre de gran cultura y gran psiquismo. Parece natural que fuese Haushoffer quien eligiese la Cruz Gamada como emblema del nazismo.
Rudolf von Sebottendorf fue otro de los fundadores de la Sociedad Thule, en la que coincidieron los principales dignatarios del nazismo.
Iniciado en Turquía, en el seno de la cofradía musulmana de los bektashi, Sebottendorf escribió un opúsculo Die Praxis der atten turkischen freimaurerei (“La práctica operativa de la antigua francmasonería turca”), en el que ponía la búsqueda de la piedra filosofal en paralelo con la exégesis esotérica de las 29 letras aisladas que se encuentran en las suras del Corán
Se cree que el juramento que une a los siete fundadores de Thule y el rito al que se entregan para obtener energía, confianza y clarividencia tiene su orígen en una leyenda tibetana. Según ella, hace treinta o cuarenta siglos existía en la región del Gobi, una importante civilización. Después de una catástrofe sin precedentes, tal vez atómica, el Gobi quedó convertido en un desierto, y los supervivientes emigraron, unos hacia el extremo norte de Europa y otros hacia el Cáucaso. El dios Thor, de las leyendas nórdicas, sería uno de los grandes héroes destacados de aquella migración.
Los iniciados del grupo Thule estaban persuadidos de que estos emigrados del Gobi constituían la raza fundamental de la Humanidad; el tronco ario. Haushoffer predicaba la necesidad del “retorno a las fuentes”, es decir, la necesidad de conquistar toda la Europa Oriental, el Turkestán, el Pamir, el Gobi y el Tibet. Estos países constituían, a sus ojos, la “región-corazón”, y los que los dominan , dominarían el mundo.
Según la leyenda, y tal como lo explica posteriormente René Guenón, en su obra “El rey del mundo”, después del cataclismo del Gobi, los maestros de la alta civilización, los detentadores del conocimiento, los hijos de las Inteligencias de Fuera, se instalaron en un inmenso sistema de cavernas, bajo el Himalaya. En el corazón de estas cavernas dividieron el mundo en dos partes: el “camino de la derecha” y el “camino de la izquierda”. El primer camino tendría su centro en Agarthi, lugar de contemplación, ciudad oculta del bien, templo de la no-participación en el mundo. El segundo, pasaría por Schamballah, ciudad de la violencia y del poder, cuyas fuerzas gobiernan a los elementos y a las masas humanas y apresura la llegada de la Humanidad al “gozne de los tiempos” . Los magos conductores de pueblos podrían celebrar un pacto con Schamballah, por medio de juramentos y sacrificios.
Lo cierto es que, curiosamente en 1926 se intalaba en Berlín y en Munich una pequeña colonia hindú y tibetana.
Cuando los rusos entraron en Berlín, encontraron entre los cuerpos caídos en combate, los cadáveres de un millar de voluntarios de la muerte con uniforme alemán, sin documentos ni insignias, de raza himalaya. En cuanto al movimiento empezó a disponer de grandes medios económicos, organizó múltiples expediciones al Tibet, que se sucedieron prácticamente sin interrupción hasta 1943.
LA TEOSOFIA EN LA SOCIEDAD THULE
El grupo Thule estuvo estrechamente relacionada además con la “Sociedad Teosófica”, poderosa y muy bien organizada.
La teosofía añadía a la magia neopagana un aparato oriental y una terminología hindú. O mejor dicho, abría a un cierto Oriente luciferino, las rutas de Occidente.
Bajo el nombre de Teosofismo, se acabó por comprender todo el vasto movimiento del renacimiento mágico que trastornó no pocas inteligencias, a comienzos de siglo. La ideología en la que creían los miembros de este grupo hermético era que existe una posibilidad de alianza con el “Dueño del Mundo”, con el “Rey del Miedo”, que reina en una ciudad oculta, en algún lugar de oriente. Los que celebraran el pacto serían los “embajadores” de ese ser superior en la Tierra y capaces de torcer el destino de la Humanidad su antojo. Reconocían que el camino que recorrían era el del “desarrollo de las posibilidades ocultas del hombre”. Como reconocía Gurdjieff: “Se trataba ni más ni menos que de un camino contra la Naturaleza y contra Dios”; lo que dicho sea de paso implicaba un desprecio absoluto e implícito de la Humanidad corriente.
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