Informe y texto: Karina Donangelo
Los calores de la dama...
A la señora le suben los calores. La menopausia. Pero no. No se trata de ese tipo de calores. Más bien tiene que ver con esa especie de fogosidad hormonal que la vuelve incontrolable; osada, y un poquito despernancada. Al borde del desacato sexual; de la conquista impulsiva por el sexo opuesto, a cualquier precio y en cualquier lugar.
Bah..., hablando en criollo, se trata de una señora a la que “cualquier bondi la deja bien”...
De esta clase de mujeres hay una gran variedad. Cada una responde a un prototipo determinado.
“Con el pescado colgado y sin vender”
Están las “solteronas”, a las que han dejado “con el pescado colgado y sin vender”, como decía mi abuelita. Para ser más explícitos, se trata de aquellas, que nunca han tenido una “alegría orgásmica” y que se pasean por la vida con verdaderas caras “a la vinagreta”.
Son las típicas chicas de treinta y pico largos, que desencajan en reuniones post adolescentes. Las que mandan correos electrónicos aburridísimos, en los que dan consejos de cómo ser mejores personas, valorar la amistad, cómo adelgazar sin sacrificios. Que nos cuentan de las nuevas máscaras faciales. Son las que luchan implacablemente y sin grandes resultados contra la celulitis y la flacidez. Envían fotos porno por mail desde la oficina o te piden que cumplas con una novena de oraciones y cadenas de mail para que se les cumplan los tres deseos: 1) conseguir novio; 2) conseguir novio y 3) conseguir novio...
Son las que se consuelan diciendo “la vida me engañó” o “yo no tengo suerte con los hombres”...
Las que se tiñen el cabello todos los meses de distinto color. Frecuentan los lugares para “Solos y Solas”, y generalmente vuelven de allí más decepcionadas que antes. Son las que siguen todos los días, por televisión, los programas “útiles” para el hogar. En los que se enseña a preparar souvenir; a reciclar un par de pantuflas deshilachadas o en los que te enseñan a destapar un inodoro sin ensuciarte las manos y ser una mujer de avanzada, que realiza tareas de plomería y electricidad.
Son aquellas chicas que hacen veinte mil cursos de las cosas más insólitas; tales como catación de vinos, clases de tango, preparación de velas y jabones, manicuría, yoga, masajismo o floricultura oriental.
Son las que van al cine solas, un día de entre semana, pero que se tiran el placard encima y salen vestidas para matar. Las que se la pasan chateando por Internet y mantienen ciber noviazgos platónicos, mientras alimentan sus ratones con un supuesto fachero, un capo de los negocios, un “Robert Redford”, un flaco simpatiquísimo o un tipo genial. Hasta que lo conocen personalmente y se les viene abajo el ciber romanticismo al piso.
El Club de las Divorciadas
Están también las divorciadas. Aah, qué fauna esta la de las divorciadas!... Mujeres de avanzada si las hay. De avanzada porque son, en su mayoría de “cascos rápidos”.
Es preciso hacer aquí, no obstante, una distinción entre las recién divorciadas y las que ya hace un tiempo que retornaron a la “Soltería”.
Las que recién están divorciadas reciben consejos patéticos de sus amigas, las cuales, detrás de la compasión, yo creo que en el fondo ocultan una profunda envidia y se preguntan “¿Y a mí cuándo me llegará...? Entonces le dicen a la susodicha: “Querida, tenés que elaborar el duelo”. O, “seguro que te metía los cuernos”; “mejor que se quede con su mamita, suerte que te sacaste de encima a tu suegra”. O “¿me imagino que te va a pasar una manutención verdad?, sino lo intimás por carta documento” (porque para estas cosas los abogados son los únicos que para todo tienen la solución...).
Y a la pobre diabla le recomiendan hacer terapia, gimnasia, irse de viaje, hacerse las lolas y estirarse la cara.
-¿Y a los chicos, quién los cuida?
-¡Pero querida, los chicos se cuidan solos! Tenés que “vivir” tu vida. Pensá en vos...
(Lo que se traduce en: reventá la guita yendo de Shopping; sacate una sota de encima; acortate la pollera; teñite de rubio; arremeté con los escotes y comprate ese perfume importado que tu marido nunca te compró y buscate un pibe de 20 años que te haga “tocar el cielo con las manos”; “un macho cabrío desbocado”, puro músculo y sin cerebro, pero que no se note mucho para que no te traiga complicaciones ni te cuestione nada, con el cual acomplejar a tu marido barrigón. Total, el pobre infeliz de tu ex corre con todos los gastos.)
Estas señoras salen de noche. Solas, o por lo general con amigas en su misma situación civil y existencial. El tema es que, cuando por fin se sobreponen a la separación. Hacen el duelo y entierran al marido, salen por las calles de la city con la guadaña bajo el brazo, dispuestas a todo ( es decir: desnucar al primer gil que se les cruce por el camino).
Tan de la cachetada están algunas, que no tienen reparos en devorar con la mirada a nuestras parejas. Si están en un bar, se cruzan de piernas y el tajo se les sube hasta el cogote. También están aquellas calentonas solapadas que, si les gusta nuestro novio, no tienen empacho en acercarse, meneando sus caderas para pedirles fuego. Entonces se inclinan y dejan ver por el escote toda su humanidad.
A la señora le suben los calores. La menopausia. Pero no. No se trata de ese tipo de calores. Más bien tiene que ver con esa especie de fogosidad hormonal que la vuelve incontrolable; osada, y un poquito despernancada. Al borde del desacato sexual; de la conquista impulsiva por el sexo opuesto, a cualquier precio y en cualquier lugar.
Bah..., hablando en criollo, se trata de una señora a la que “cualquier bondi la deja bien”...
De esta clase de mujeres hay una gran variedad. Cada una responde a un prototipo determinado.
“Con el pescado colgado y sin vender”
Están las “solteronas”, a las que han dejado “con el pescado colgado y sin vender”, como decía mi abuelita. Para ser más explícitos, se trata de aquellas, que nunca han tenido una “alegría orgásmica” y que se pasean por la vida con verdaderas caras “a la vinagreta”.
Son las típicas chicas de treinta y pico largos, que desencajan en reuniones post adolescentes. Las que mandan correos electrónicos aburridísimos, en los que dan consejos de cómo ser mejores personas, valorar la amistad, cómo adelgazar sin sacrificios. Que nos cuentan de las nuevas máscaras faciales. Son las que luchan implacablemente y sin grandes resultados contra la celulitis y la flacidez. Envían fotos porno por mail desde la oficina o te piden que cumplas con una novena de oraciones y cadenas de mail para que se les cumplan los tres deseos: 1) conseguir novio; 2) conseguir novio y 3) conseguir novio...
Son las que se consuelan diciendo “la vida me engañó” o “yo no tengo suerte con los hombres”...
Las que se tiñen el cabello todos los meses de distinto color. Frecuentan los lugares para “Solos y Solas”, y generalmente vuelven de allí más decepcionadas que antes. Son las que siguen todos los días, por televisión, los programas “útiles” para el hogar. En los que se enseña a preparar souvenir; a reciclar un par de pantuflas deshilachadas o en los que te enseñan a destapar un inodoro sin ensuciarte las manos y ser una mujer de avanzada, que realiza tareas de plomería y electricidad.
Son aquellas chicas que hacen veinte mil cursos de las cosas más insólitas; tales como catación de vinos, clases de tango, preparación de velas y jabones, manicuría, yoga, masajismo o floricultura oriental.
Son las que van al cine solas, un día de entre semana, pero que se tiran el placard encima y salen vestidas para matar. Las que se la pasan chateando por Internet y mantienen ciber noviazgos platónicos, mientras alimentan sus ratones con un supuesto fachero, un capo de los negocios, un “Robert Redford”, un flaco simpatiquísimo o un tipo genial. Hasta que lo conocen personalmente y se les viene abajo el ciber romanticismo al piso.
El Club de las Divorciadas
Están también las divorciadas. Aah, qué fauna esta la de las divorciadas!... Mujeres de avanzada si las hay. De avanzada porque son, en su mayoría de “cascos rápidos”.
Es preciso hacer aquí, no obstante, una distinción entre las recién divorciadas y las que ya hace un tiempo que retornaron a la “Soltería”.
Las que recién están divorciadas reciben consejos patéticos de sus amigas, las cuales, detrás de la compasión, yo creo que en el fondo ocultan una profunda envidia y se preguntan “¿Y a mí cuándo me llegará...? Entonces le dicen a la susodicha: “Querida, tenés que elaborar el duelo”. O, “seguro que te metía los cuernos”; “mejor que se quede con su mamita, suerte que te sacaste de encima a tu suegra”. O “¿me imagino que te va a pasar una manutención verdad?, sino lo intimás por carta documento” (porque para estas cosas los abogados son los únicos que para todo tienen la solución...).
Y a la pobre diabla le recomiendan hacer terapia, gimnasia, irse de viaje, hacerse las lolas y estirarse la cara.
-¿Y a los chicos, quién los cuida?
-¡Pero querida, los chicos se cuidan solos! Tenés que “vivir” tu vida. Pensá en vos...
(Lo que se traduce en: reventá la guita yendo de Shopping; sacate una sota de encima; acortate la pollera; teñite de rubio; arremeté con los escotes y comprate ese perfume importado que tu marido nunca te compró y buscate un pibe de 20 años que te haga “tocar el cielo con las manos”; “un macho cabrío desbocado”, puro músculo y sin cerebro, pero que no se note mucho para que no te traiga complicaciones ni te cuestione nada, con el cual acomplejar a tu marido barrigón. Total, el pobre infeliz de tu ex corre con todos los gastos.)
Estas señoras salen de noche. Solas, o por lo general con amigas en su misma situación civil y existencial. El tema es que, cuando por fin se sobreponen a la separación. Hacen el duelo y entierran al marido, salen por las calles de la city con la guadaña bajo el brazo, dispuestas a todo ( es decir: desnucar al primer gil que se les cruce por el camino).
Tan de la cachetada están algunas, que no tienen reparos en devorar con la mirada a nuestras parejas. Si están en un bar, se cruzan de piernas y el tajo se les sube hasta el cogote. También están aquellas calentonas solapadas que, si les gusta nuestro novio, no tienen empacho en acercarse, meneando sus caderas para pedirles fuego. Entonces se inclinan y dejan ver por el escote toda su humanidad.
Se necesita un ponedor
El quid de la cuestión es que más que un hombre que las ame o las entretenga, buscan un “mantenedor”. Es que con los gastos del mes, el alquiler, el gimnasio y después de la cirugía el presupuesto no les alcanza. Entonces, mientras disfrutan de los elixires del placer con un salame, que se autotitula “ganador”, en plena pubertad y etapa de experimentación; estas señoras acaloradas buscan un señor con la billetera bien cargada, unas cuantas cuentas bancarias y una amplia variedad de tarjetas de crédito que las banque. Y en lo posible, que las lleve a cenar a un restaurante pituco o les compre carteras italianas. ¿ Y los sentimientos?. –Ah... no mi querida –te dicen- los sentimientos a otra parte. No soy más la estúpida de siempre...”
En fin, así andan por la vida. Algunas “la pegan”... Y bueno... tontos nunca faltan...
¡Abrase visto tanta desesperación! Son como perros a los que después de mucho tiempo les han soltado la correa. Caballos desbocados. Sin contar, los “problemitas” típicos de la edad, esto es, la menopausia, que las vuelve irascibles, intolerantes, acaloradas. En una palabra, insoportables.
Lo cierto es que, si bien este relato no se refiere a un común denominador, ya que por cierto hay muchas excepciones. La mirada cínica y observadora femenina de quien escribe ha podido comprobar y padecer los “calores de estas señoras”.
Cosas que tiene la naturaleza, propias del género femenino, que por momentos lo torna pintoresco y otras nos hacen rayar en lo grotesco. De todos modos, sí creo que siempre hay derecho para soñar, y para encarar la vida sin tanta mezquindad, sin tanto cinismo. Con un poco más de humildad, de ingenuidad (virtud, que hoy por hoy, podríamos decir que se ha perdido por completo). Pero por sobre todas las cosas, con dignidad.
El quid de la cuestión es que más que un hombre que las ame o las entretenga, buscan un “mantenedor”. Es que con los gastos del mes, el alquiler, el gimnasio y después de la cirugía el presupuesto no les alcanza. Entonces, mientras disfrutan de los elixires del placer con un salame, que se autotitula “ganador”, en plena pubertad y etapa de experimentación; estas señoras acaloradas buscan un señor con la billetera bien cargada, unas cuantas cuentas bancarias y una amplia variedad de tarjetas de crédito que las banque. Y en lo posible, que las lleve a cenar a un restaurante pituco o les compre carteras italianas. ¿ Y los sentimientos?. –Ah... no mi querida –te dicen- los sentimientos a otra parte. No soy más la estúpida de siempre...”
En fin, así andan por la vida. Algunas “la pegan”... Y bueno... tontos nunca faltan...
¡Abrase visto tanta desesperación! Son como perros a los que después de mucho tiempo les han soltado la correa. Caballos desbocados. Sin contar, los “problemitas” típicos de la edad, esto es, la menopausia, que las vuelve irascibles, intolerantes, acaloradas. En una palabra, insoportables.
Lo cierto es que, si bien este relato no se refiere a un común denominador, ya que por cierto hay muchas excepciones. La mirada cínica y observadora femenina de quien escribe ha podido comprobar y padecer los “calores de estas señoras”.
Cosas que tiene la naturaleza, propias del género femenino, que por momentos lo torna pintoresco y otras nos hacen rayar en lo grotesco. De todos modos, sí creo que siempre hay derecho para soñar, y para encarar la vida sin tanta mezquindad, sin tanto cinismo. Con un poco más de humildad, de ingenuidad (virtud, que hoy por hoy, podríamos decir que se ha perdido por completo). Pero por sobre todas las cosas, con dignidad.
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