¨Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido. Pero no es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir: Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre".
Y el hombre luchaba con su pluma, perdido entre la bruma de alguna esquina de Buenos Aires. Queriendo escaparle a los callejones sin salida; a los recovecos sin posibilidades de una Argentina sorda y una clase dirigente aturdida por los ecos del metal extra oceánico y embelezada con las modas europeas.Luchaba solo, como aquel hombre de Corrientes y Esmeralda, que está solo y espera. Solo, como el Quijote de la Mancha, que le daba pelea a los molinos de viento. Pero con la certeza infinita de que no está muerto quien pelea. Y así peleó Raúl Scalabrini Ortiz, sin perder la fe en las encrucijadas del tiempo y del destino, sabiendo que quien transita por este mundo y por esta tierra deberá cultivar la paciencia, la perseverancia y la voluntad, para poder sobreponerse a los reveses que nos da la vida…
Raúl Saclabrini Ortiz (1898-1959) nació el 14 de febrero de 1898, en la ciudad de Paraná. Hijo del naturalista Pedro Scalabrini, director del museo de esa misma ciudad. Aunque de muy niño, su familia se trasladó a Buenos Aires. Estudió en la facultad de Ciencias Exactas y se dedicó a la ingeniería hasta que llegó a Buenos Aires y se vinculó al enfrentamiento literario de los grupos Boedo y Florida. Aunque por su gusto y temperamento siempre estuvo más cerca de la gente de la revista Martín Fierro, del grupo de Boedo. Aunque también se mostró atraído por las actividades deportivas, particularmente por el boxeo, actividad que llegó a practicar. Hacia 1924 visitó París, ciudad a la que admiraba como todos los intelectuales latinoamericanos de la época. Posteriormente emprendió una serie de viajes por el interior de nuestra República, en donde pudo apreciar de cerca la otra cara de la realidad o una más de las tantas que coexisten sobre una misma tierra… Especialmente observó de cerca la explotación del trabajador por parte de las oligarquías lugareñas.
Tras el golpe de estado, del 6 de septiembre de 1930, que derrocara a Hipólito Yrigoyen, comenzó a criticar duramente a la dictadura desde Noticias Gráficas y renunció a la redacción del diario La Nación. Empezó a trabajar en su libro Él hombre que está solo y espera, donde reflexionó sobre el comportamiento del porteño, pero más que eso; ubicó a su personaje como arquetipo del hombre que habita esta tierra, y más precisamente del espíritu del hombre que nace y muere sobre esta porción de Sudamérica.Con la denominada Década Infame, Scalabrini Ortiz ingresó resueltamente en el análisis y la crítica de la realidad nacional. En 1929 se desencadena la crisis económica mundial. El capitalismo hace agua por todos lados y millones de hombres son expulsados del sistema, quedando en la condición de desocupados, y por qué no también excluidos de cualquier tipo de aspiración o posibilidades. Los países desarrollados, envueltos en la crisis, amenguan sus efectos descargándola sobre los países productores de materia prima. En Argentina se desmorona el granero del mundo¨; caen los precios de las exportaciones y baja el peso. Desocupación, hambre, tuberculosis, delincuencia y suicidios señalan el inicio de la Década Infame… Es allí y es entonces cuando asoma el rostro del país vasallo a los ojos del pensador nacional. Y mientras el resto de la intelectualidad argentina juguetea despreocupada y evasiva con metáforas exquisitas y castillos de cristal.
Raúl Scalabrini Ortiz emprende la ardua tarea de desnudar la realidad nacional. Lo primero que se preguntará es Cómo es posible que en un país como la Argentina, productor de carnes y cereales, haya hambre… De allí pasa a inventariar nuestras riquezas (ferrocarriles, frigoríficos, puertos, etc estudiando en cada caso quien es el propietario de los mismos y así llega a la conclusión de que los argentinos nada poseen, mientras el imperialismo inglés se lleva nuestras riquezas a precios bajísimos y nos vende sus productos encarecidos, mientras los ingleses nos succionan a través de seguros, fletes, dividendos, jugosa renta, producto de su dominio sobre los resortes vitales de nuestra economía.Participó en el levantamiento de 1933 que le valió su detención, fue conducido detenido a la Isla Martín García, luego debió optar por el obligado exilio; la otra opción que le ofrecía el Estado era la prisión en Ushuaia. Poco antes de partir, en 1934 se casó con Mercedes Coraleras.
El primer destino de su exilio fue Italia, para luego dirigirse a Alemania, en donde publicó una serie de artículos, que luego aparecerían en La Gaceta del Sur y conformarían después el libro ¨Política británica en el Río de la Plata¨. En 1935 comenzó a colaborar en el semanario Señales, ya de regreso a la Argentina. Allí conoció a Arturo Jauretche, con quien entabló una amistad que duraría hasta su muerte. Pero este semanario era solo una pequeña isla en el archipiélago de los medios hegemónicos. Señales ya no lo conforma, y en junio de 1935 se vuelca a la acción militante incorporándose a F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Endeudándose y arriesgando su patrimonio familiar publicó y sacó a la venta el 15 de noviembre de 1939 el diario Reconquista, firme voz de la soberanía y la neutralidad. Pero Scalabrini Ortiz no pudo sostener económicamente el diario Reconquista por más de 41 días, el diario cerró y las posiciones nacionales quedaron nuevamente sin voz. Sin embargo, un nuevo espacio político apareció con FORJA, formado por antiguos militantes del radicalismo, como Luis Dellepiane y Juan Fleitas y por grupos de jóvenes que se sumaban al proyecto de la recuperación de la conciencia nacional. Dentro de este grupo se encontraba la figura de Arturo Jauretche y Homero Manzi. Es precisamente dentro de este nuevo espacio político que Scalabrini Ortiz inicia y desarrolla lo que podríamos denominar revisionismo histórico¨. Es decir un enfoque estructural e histórico a través del cual intenta rastrear y explicar a través de un hilo histórico de continuidad y repetición las causas de la situación de sometimiento o vasallaje en el que se encuentra la Argentina. Así fue como del resultado de sus profundas investigaciones y análisis surgieron los famosos Cuadernos de FORJA. Hacia 1940, dentro de la agrupación se comienzan a sentir los primeros cimbronazos, producto de ciertas diferencias entre algunos de sus miembros, entre los cuales se encontraban Scalabrini Ortiz de una vereda y Dellepiane, de la otra. Esto se debió a aprobar o rechazar como condición de participación dentro de Forja, la afiliación obligatoria al partido radical, cuestión con la que Scalabrini Ortiz no estaba de acuerdo. La reyerta concluyó con la renuncia de Dellepiane. Pero poco después se produce la Revolución de los Coroneles, debido a la intención de algunos de querer sustituir al candidato a presidente, Castillo por Patrón Costas, candidato del Partido Demócrata Conservador y con una fuerte inclinación anglófila. FORJA apoyará entonces la Revolución de los Coroneles. Dentro de dicha estructura militar estaba incluido el coronel Juan Domingo Perón. Por último, al desatarse la Segunda Guerra Mundial, se produjo una nueva crisis interna dentro de esta agrupación debido a las diferencias de posturas con relación a la neutralidad o no frente a la guerra.
Scalabrini Ortiz subrayó la necesidad de sostener la neutralidad para evitar caer presa de las trampas que proponían los imperialismos en pugna. Pero Scalabrini Ortiz era un espíritu crítico, libre e independiente, al que le era difícil encuadrarse en cualquier organización política; por eso se alejó de la actividad política diaria de FORJA. Sin posibilidad de trabajo como periodista y habiendo arriesgado su patrimonio en el diario Reconquista, el 13 de enero de 1942 debió publicar un aviso clasificado donde se ofrecía para trabajar en alguna empresa argentina, a un patriota que se le hacía difícil conseguir trabajo en una colonia…Por eso, hacia 1943, se dedicó casi exclusivamente a la investigación y a su labor de escritor. Pero sin darse por vencido, pues como él mismo señaló: ¨El silencio es un arma tan eficaz como la ley, cuando se maneja con habilidad. El silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene el mutuo intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse¨.
Las urgencias económicas, no obstante lo obligaron a retornar a su profesión de agrimensor, pues tenía cinco hijos que alimentar.Scalabrini Ortiz presenció maravillado el 17 de octubre de 1945 al que definió: ¨Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción de terremoto¨. ¨Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado he intuído durante muchos años estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo¨.
Con la asunción de Perón, Scalabrini Ortiz bregó incansablemente por la nacionalización de los ferrocarriles hasta que el 13 de febrero de 1947, el gobierno nacional implementó esa histórica medida que había contado con Scalabrini como su más entusiasta propulsor.La política del gobierno peronista además de recuperar la soberanía sobre la riqueza nacional , también provocó una notoria mejoría de la situación de los más necesitados, que por primera vez eran escuchados y sus problemas más acuciantes solucionados. Scalabrini Ortiz apoyó al gobierno popular pero con su inamovible espíritu crítico, alertando que aún importantes sectores económicos continuaban en manos extranjeras y que la oligarquía ganadera se encontraba agazapada esperando el momento para reaccionar.En septiembre de 1955, cuando cayó el gobierno de Perón, Scalabrini se encontró en una esquina del microcentro porteño con su amigo Leopoldo Marechal, y luego del golpe le dijo: ¨Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez…¨ Cuestionó duramente la política de la Revolución Libertadora junto a su amigo Jauretche, quien tuvo que exiliarse del país. Ambos apoyaron luego la candidatura de Arturo Frondizi, pues consideraban la opción más progresista de las permitidas por la dictadura, es decir el radicalismo intransigente.Finalmente Frondizi triunfó con los votos peronistas luego de un pacto con Perón, pero al poco tiempo desoyó sus promesas preelectorales y comenzó una política no muy diferente a la de la Revolución Libertadora, incumpliendo además su compromiso de legalizar al peronismo.. Pero las mayores diferencias de Scalabrini Ortiz con el frondizismo estallaron cuando se conocieron las cláusulas de los Contratos Petroleros firmados por Frondizi con participación del capital extranjero.
Scalabrini Ortiz se recluyó en su amplia biblioteca, ya abocado absolutamente a la lectura y al análisis histórico y político, cuando supo que padecía un cáncer terminal. El 30 de mayo de 1959 se apagó la vida de este gran patriota y escritor. Escribió en total catorce libros y su famosa novela, El hombre que está solo y espera.Sin embargo su aliento permanece, en las páginas de sus libros, en los análisis solitarios de parias desencontrados que con miradas distantes, aún intentamos comprender nuestra realidad. Y es precisamente a través de su aliento, que sus palabras perduran y se tornan aliento de vida, e impregnan nuestro suelo con oxígeno puro, preclaro acerca del rumbo que llevamos.
Es aquel mismo espíritu de la tierra al cual se refería este gran maestro en su obra El hombre que está solo y espera. Como este hombre arquetípico de Corrientes y Esmeralda, todos de alguna manera continuamos esperando esperanzados. ¨…Todos mienten y él no sabe por qué. Duda de todos: los hechos hormiguean entre las verdades bamboleantes. Ya ni en las esencias cree. Todo es ficticio. Todo es titubeante, dudoso, controvertible. El mundo es una selva de mentiras en que se extravía y avanza al tuntún. Está solo y perdido con la pureza de su verdad en el corazón…¨
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