Informe y texto: Karina Donangelo
2012: Al borde del abismo
El olor
a pólvora lo inundaba todo. Nublaba su mirada temerosa y huidiza. Le irritaba
los ojos, aunque no tanto como los horrores de la guerra que había presenciado
y vivido en carne propia. Felipe no es un héroe de la guerra, no recibió
medallas ni condecoraciones, a pesar de haber salvado la vida de uno de sus
compañeros, al advertir una mina antipersonal que le aguardaba acechante a
metros de sus botas, entre los pasos cansados de regreso al campamento.
Pasaron
67 años de aquella pesadilla. Pero, ¿pasaron? ¿Cómo se puede calcular una porción
en el tiempo cuando el destino nos enfrenta a situaciones extremas, similares
en tantos aspectos y distintas a la vez? Realidades distintas que se vuelven
comunes en el lenguaje universal y se resumen en una sola palabra:
Desesperación.
Alguien
dijo alguna vez que la Historia se escribe con el caos de los muertos y los
vivos.
Felipe
ya no escucha el estruendo de los cañones, ni las explosiones de dinamita, tan
comunes allá por 1945 en la Segunda Guerra Mundial, de la cual fue un anónimo
partícipe.
Sin
embargo, todos los días en los noticieros impactan de manera mucho más brutal y
explosivas, noticias que dan cuenta de realidades siniestras, de personas al
borde del abismo. Ese mismo abismo, tan ancho, tan hondo y tan oscuro como al
que se enfrenta hoy Felipe, un habitante europeo de 87 años, cuya historia es
similar a la de muchos miles de personas, ahogadas por la crisis.
Y digo
personas, porque hoy se habla más de la “Gente”, ese sustantivo tan vago,
anónimo y despojado del menor atisbo de humanidad; tan lejos de la palabra “persona”,
es decir un ser humano con alma, con sentimientos, amor propio y dignidad.
Felipe,
que como muchos otros ha sobrevivido a varias batallas, hoy se encuentran nuevamente
ante la encrucijada de la Vida o la Muerte.
“-¿Vida
o Muerte dice usted?-“¿Cuánto puede entender un Banco sobre la significación de
estas dos palabras y el universo de emociones que cada una de éstas conlleva?
¿Cuánto
puede entender un tecnócrata que ocupa un sillón en la Cumbre del G-20,que se aloja
en un hotel cinco estrellas y percibe una remuneración de unos cuantos miles de
dólares o euros? ¿Qué lenguaje de la pobreza, la miseria, el hambreoy la
desesperación pueden comprender los que solo debaten de divisas, regiones “viables
o inviables” o Eurozona? Acuerdos parlamentarios; cumbres y ministros; ajustes;
shocks, fideicomisos; quiebras e hipotecas, préstamos y deudas; recetas
monetarias; calificaciones de riesgo… éste es el lenguaje que pronuncian y entienden
estos Hombres grises, una fauna híbrida de técnicos y autómatas, adoctrinados
para hacer que los números cierren y se salven los Bancos, a toda costa y a
cualquier precio. Incluso a costa de la Vida de millones de personas.
Familias
que deben abandonar a sus hijos en orfanatos; ancianos que deambulan por las
calles y revuelven los tachos de basura, miles de jóvenes sin oportunidad a
nada. Enfermos desahuciados que recorren un hospital tras otro, intentando
conseguir sin éxito, medicación para atender distintos males, incluso para poder
mitigar en parte los dolores lacerantes de enfermedades tan crueles como el
cáncer.
Masas
de humanidad sobrante, que se vuelven para estos seudo-políticos y economistas “iluminados”
en una carga demasiado molesta, demasiado costosa, innecesaria e “inviable”
para los fines e intereses que persigue una minoría de privilegiados, que
detenta el poder supra-político y mueve los hilos de la realidad.
No hablamos
ya de Naciones, soberanías y Estados. Estamos hablando de “Geografías del
hambre”; geografías en movimiento. Estamos hablando de restos de escombros de
democracias-mosaico, en un planisferio convulsionado y en permanente
movimiento. Geografías desmembradas; países de los que son y de los que ya no
son, o nunca serán.
“-Globalización,
dice usted, mi estimado Marshall McLuhan?- ¡Pero si esa es la mejor y mayor
mentira que se ha fabricado en la Historia de la Humanidad! ¿Así que estamos todos
conectados? ¿A dónde? ¿A qué? ¿A quién? Por lo visto, solo a un espiral
descendente de locura y desesperación, a un mundo de incertidumbre, en el que
la mayoría olvida el pasado y no entrevé ningún futuro…
Nadie
sabe bien de dónde viene; muchos lo han olvidado o no les interesa. Ya nadie
sabe dónde está, ni cuál es el verdadero sentido de lo que hace. Ya nadie se
cuestiona por qué o para qué ocupa su tiempo, si realmente es esto lo que nos
satisface, lo que esperábamos, lo que soñamos alguna vez. Nos resignamos a lo
que se nos impone sin siquiera cuestionarlo. Vivimos sometidos a una extraña
dictadura disfrazada con nombres pomposos, pero vacíos de contenido y muy alejados de la realidad.
Nadie
sabe a dónde iremos. Lo único que sabemos es que el futuro inmediato se avizora
bastante aterrador.
Ser
funcional, productivo, pro-activo, ésa es la finalidad del “buen empleado”, sin
derecho a nada pero con miles de objetivos por cumplir, tal como lo señala, la
autora francesa, Vivian Forrester en su libro “Una extraña dictadura”. Un
empleado, es decir un ente, un número sólo apto para pensar con piloto
automático, lo que le es impuesto, persiguiendo con fe ciega, dogmática y con
una pasión disfrazada los “valores” de la
Compañía a la que pertenece. Un ser absolutamente prescindible y descartable.
“¡Qué
importa si lo que hoy se conoce como “economía de mercado” ya no corresponde a
su función!” señala Forrester. “¡Qué importa el totalitarismo de una ideología
única que, disimulada detrás de la “globalización”, no deja lugar para un
contrapoder!”. Es verdad que vivimos en una democracia, maltratada
pero presente. Sin embargo, con la atmósfera enturbiada y maloliente, “sin
destruir las estructuras y las libertades democráticas se ha instaurado una
dictadura extraña que esas libertades no pueden perturbar. Hasta tal punto se
ha afianzado su poder, su dominio de todos los factores necesarios para el
ejercicio de su soberanía, su prescindencia de los seres humanos, su separación
de la sociedad. Esta dictadura sin dictador ha impuesto una ideología de la
ganancia sin otro objetivo que la omnipresencia del poder financiero ilimitado,
que no aspira a tomar el poder, sino a dominar a quienes lo ejercen”, concluye
la autora.
¡Mundo
demoniaco el que hemos creado! Un mundo similar a una botella, cuyo cuello se
nos angosta cada día más.
Se repiten
las noticias de suicidios de personas desesperadas, que lo han perdido todo,
sus casas, sus pertenencias, sus familias, su orgullo y su dignidad. Personas
que prefieren claudicar ante la muerte, más bien que ante un Sistema siniestro
que los arrastra al borde de este mundo, en las márgenes del Infierno.
Se
suicidan personas con hambre. Seres humanos que pasan días y días sin tener qué
comer, mientras miran a los ojos a sus hijos o a sus padres ancianos y no
tienen ni un trozo de pan seco para ofrecerles, ni una esperanza que los
consuele o los sostenga en medio de la adversidad.
Hoy son
ellos; mañana podemos ser nosotros. Ayer fue Felipe, un matrimonio de
jubilados, una madre que abandonó a su hijita, un cantante griego que se arrojó
al vacío de la mano de su madre anciana con Alzheimer. Sin embargo, nosotros no
estamos lejos de ellos.
Entonces
¿qué vamos a hacer? ¿Esperaremos también que se nos hunda la piel en las
costillas para reaccionar? ¿Dejaremos que arrastren nuestra dignidad por el
fango de las especulaciones financieras y las cavilaciones del riego país? ¿O
dejaremos que otros arriesguen nuestro destino en esta lotería siniestra y
universal?
¿Es que
tan insensibles nos hemos vuelto para no ser capaces de conmovernos por las
atrocidades que pasan?
Cada
vez son más las personas que escucho que se niegan a ver los noticieros y hasta
se fastidian cuando uno les relata un hecho de la realidad.
Hasta
hace pocos años, se hablaba de un mundo Bipolar. Estaban los unos y los otros.
Con la fantochada de la Globalización esta idea se licuó, sin embargo, todavía algunos
eruditos hablaban del Tercer Mundo y el Primer Mundo, o los países en vías de
desarrollo. Hoy se habla de países emergentes…. Pero más allá de las
denominaciones erradas, y ominosas, aquel Tercer Mundo, hoy está más enterrado
que antes, y los países pertenecientes a esa nebulosa de ensueño que alguna vez
supo llamarse Primer Mundo, están cayendo de manera estrepitosa uno tras otro,
como fichas de dominó.
Mientras
todo esto ocurre, hay quienes se niegan a ver la realidad, y prefieren
continuar viviendo en una burbuja hipnótica, bastante acomodada todavía, entreteniéndose
con programas de televisión mediocres, que no los obliga a esforzarse mucho en
pensar más de la cuenta, Viven encerrados en un mundo de animación que apenas
les requiere la utilización más primitiva de sus cinco sentidos, pero que les
atrofia la mente cada día más. Total, ¿para qué mortificarse por cosas que no
les afecta? Al fin y al cabo, todos los días se muere gente en el mundo ¿no?
Así es
como van creciendo las callosidades en el alma de la humanidad. Así es como
desaparece la compasión y la solidaridad. ¿Es posible que nos resignemos a
estos juegos imbéciles de un sistema depredador, a sus crímenes diarios que hoy forman parte
del paisaje y se observan con impavidez? ¿Qué solo sobreviva una codicia
histérica, capaz de arrastrar con todo bajo la égida de unos pocos?
Sostiene
Zigmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco, en su libro Modernidad Líquida, que la era de la
modernidad sólida ha llegado a su fin. ¿Por qué sólida? Porque los sólidos, a
diferencia de los líquidos, conservan su forma y persisten en el tiempo. En
cambio los líquidos se transforman constantemente. Por eso, este autor ha
acuñado esta metáfora de la “liquidez” para tratar de comprender la naturaleza
de la fase histórica actual en la que vivimos inmersos.
Según
Bauman, “las precarias condiciones sociales y económicas entrenan a hombres y a
mujeres para percibir el mundo como un recipiente lleno de objetos desechables, objetos para usar y tirar; el mundo en su conjunto,
incluido los seres humanos. En un mundo en el que el futuro es, en el mejor de
los casos, oscuro y borroso, y muy probablemente peligroso y lleno de riesgos,
fijarse objetivos remotos, sacrificar el interés individual en pos de
acrecentar el poder grupal y sacrificar el presente en nombre de la dicha
futura, no resulta una propuesta atractiva ni sensata. Los “trotamundos”
hábiles harán lo imposible para imitar a los felices “globales” que viajan
livianos; y no derramaran demasiadas lágrimas al deshacerse de todo aquello que
obstaculiza sus movimientos.
Rara vez se detendrán lo suficiente como para
darse cuenta de que los vínculos humanos no son como las partes de un motor: no
suelen venir prefabricados, tienden a desintegrarse con rapidez si se los
mantiene herméticamente cerrados y no son fácilmente reemplazables cuando ya no
sirven. Los compromisos del tipo “hasta que la muerte nos separe” se convierten
en contratos “mientras estemos satisfechos”, contratos temporarios y
transitorios por definición, por decisión y por el costo pragmático de su
impacto –y, por lo tanto, propensos a ser rotos unilateralmente y evitar el
precio de intentar salvarlos, toda vez que una de las partes huele una oportunidad
más ventajosa fuera de esa sociedad-. En otras palabras, los vínculos y las
asociaciones tienden a ser visualizados y tratados como objetos a ser
consumidos, no producidos”.
Rostros
tensos. Mandíbulas apretadas y el entrecejo fruncido. Manos curtidas, sangre
caliente, pliegues en la cara. Suspiros que parecen interminables. Miradas
extraviadas, cabezas inclinadas. Opresión en el pecho y un grito contenido.
Valijas a medio hacer. Esperanzas marchitas. La resignación a cuesta. El
sacrificio eterno y un laberinto que no parece tener salida. El hambre, el miedo
y la desolación. La pérdida de la fe y el salvataje a cualquier precio. Las
lágrimas y el insomnio. El déficit financiero, la Troika y los indignados. La
humillación y la miseria. Las indecisiones. Las marchas y contramarchas. El
capricho de los mercados y el desplome de los bancos. Un pasado aterrador que
acecha en las sombras y avanza sigilosamente en la conciencia de unos cuantos, ocupando
escaños en el Parlamento. Todo esto resume la realidad del mundo actual. Un coctel
verdaderamente explosivo….
Hoy, la
amenaza no está dada por un poder imperial “externo”, o por potenciales “dueños”
extranjeros que pugnan por el poder. Por lo menos, no únicamente; más bien la
amenaza está adentro de las fronteras de un país.
En
relación con este tema, el escritor e historiador inglés, Eric Hobsbawn, un
estudioso del capitalismo y de los fenómenos nacionalistas comentó: “Una quinta
parte de la superficie terrestre del mundo seguirá siendo una zona de crisis en
el futuro cercano. Aun así, la principal amenaza en los próximos años no
provendrá del exterior, sino del interior. Las guerras más factibles se
librarán entre grupos armados dentro de una región – que tal vez ni siquiera
sean guerras civiles formales-, con o sin participación de potencias externas.
El peligro consiste en la desintegración de instituciones, Estados y las tramas
de la sociedad. En otras palabras, la amenaza no está encarnada por algún
conquistador externo o la tiranía, sino por la anarquía interna”.
Y es
que el presente desequilibrio está generando en el escenario mundial una
paulatina ruptura parametral. Al tiempo que renacen en el devenir de los
tiempos, viejas figuras bajo nuevas formas, tal como lo expresó el politólogo
brasileño Helio Jaguaribe, al decir: “Como ocurrió en la terrible Roma del
siglo III y principios del IV d.C, cuando los valores clásicos se erosionaron,
donde se formó una sociedad brutal de minorías privilegiadas, explotadoras de
masas destituidas de todo, hasta alcanzar la barbarización interna y la
incapacidad de resistir al bárbaro externo. Hoy los bárbaros internos están en
rapidísima expansión y los externos abundan en el mundo”.
Amenazas
y desafíos. Así están planteadas las cosas. De lo que no cabe duda es que estas
realidades, que parecían increíbles o demasiado lejos para que nos alcanzaran,
hoy en día se ubican cada vez más cerca de nosotros. Y ninguno de nosotros
estamos libres de que nos alcance.
Dentro
del profundo pesar y la enorme indignación que siento al conocer las noticias
acerca de cómo impacta en miles de seres humanos la crisis mundial, reflexiono,
acerca de algunos conceptos que repito en esta nota, pero que postulé hace
exactamente 10 años atrás, en el semanario para el cual trabajaba. Y me
pregunto cómo es que en una década ningún Gobierno haya podido prever esta
situación. ¿O es que todos en conjunto propugnaron soterradamente y en las
sombras para que esta realidad atroz finalmente fuera dada a luz?
Me
indigna también ver la indiferencia de muchos otros, que se jactan de sus
títulos universitarios, sus licenciaturas, Masters o Postgrados y de sus altos
cargos empresariales. Para quienes importa más cambiar el modelo de auto,
comprar unos cuántos metros cuadrados en una zona residencial y distraerse con
una PlayStation para despejar la mente, completamente hueca, pues su corazón es
de acero y está blindado.
Repito,
hoy son ellos; mañana podemos ser nosotros. Todo esto me recuerda a aquel
famoso poema escrito por Martin Niemöller; erróneamente atribuido al poeta y
dramaturgo alemán, Bertolt Brecht.
Lo
transcribo textualmente, porque no tiene desperdicio. Ojalá esta humilde nota
de opinión, sirva para que entre todos podamos reflexionar, y más que eso,
empezar a actuar.
“Primero vinieron por
los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada.”
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada.”